17 de febrero de 2015

Un poeta en el jardín

¡¡¡ Glorieta GUS-TA-VO ADOL-FO BÉC-QUER!!! Gritaba el cochero mientras mantenía al paso el coche de caballos. La familia de turistas, los padres ya entrados en años, el chico adolescente con la mirada fija en la pantalla del móvil y la hija, una joven mujer que disfruta del paseo mientras los rayos del sol que se colaban entre las hojas acariciaban el dorado cabello, esbozaron una cumplida sonrisa sin entender al andaluz durante el fugaz momento en que pasaban ante la imagen del malogrado poeta, ajenos a su significado, ajenos a las tres figuras femeninas que son en piedra el amor que llega, el amor que vive y el amor que muere.
Busto de Gustavo Adolfo Bécquer 

He contemplado esta escena en numerosas ocasiones, cochero que con estas breves palabras describe el monumento dedicado al poeta del dolor en las rimas, una glorieta que indica tres caminos, tres amores, mientras los cascos del caballo golpean el asfalto continuando el paseo bajo frondosos árboles por el Parque de María Luisa. El propio cochero, desconocedor del significado del monumento, no quita los ojos de encima a la niña del turista… Tal vez ya eligió un camino. Tal vez el destino lo eligió por él.

Mientras, atrás, queda el poeta en uno de los lugares más emblemáticos del parque sevillano. Llegó allí hace muchos años, tras ser donado el parque a la ciudad de Sevilla por la Duquesa María Luisa de Orleans y Borbón y convertirse en el lugar donde se celebraría la Exposición Iberoamericana de 1929. Aníbal González, el arquitecto designado para dar forma al evento, decidió crear un hito en lo que a parques y jardines se refiere, las bibliotecas públicas al aire libre, iniciativa que prendió y se propago por otros parques contemporáneos como el Parque del Retiro en Madrid.  
      
El arquitecto sevillano propuso al comité de la Exposición que todo el parque se convirtiera en una enorme sala de lectura, creando librerías de cerámica vidriada que se llenaron de libros. Era otra época, una en que un libro tenía valor y era respetado. Los libros empezaron a colocarse en las estanterías de su mundialmente conocida Plaza de España, pero también en otros espacios del parque que se fueron dedicando a diferentes autores: Benito Más y Prat, José María Izquierdo, Fernán Caballero o los Hermanos utreranos Álvarez Quintero.

Precisamente fueron los Álvarez Quintero promotores de crear un monumento dedicado a Bécquer que además costearon. Lo habían intentado en otros lugares de Sevilla, pero los esfuerzos fueron fallidos, hasta que finalmente en 1909 se encarga de elevar la figura del poeta Lorenzo Coullaut Valera. El eximio escultor no escatimó en talento y representó, sobre un pedestal clásico, a Bécquer surgiendo a medio cuerpo ataviado con castiza capa española y adornando su hombro izquierdo con clámide griega.

A los pies del Bécquer la poesía se hace piedra. Tres mujeres de tamaño natural se debaten por la incertidumbre y la zozobra por el amor que llega, el amor que vive, el amor que muere. Y a los pies de Bécquer la poesía se hace bronce. Dos Cupidos, ángeles de la pasión, uno que muere de amor herido por la saeta, el otro se divierte travieso flecha en mano y presto a disparar en dirección de algún corazón desatraído.  

La escena la culmina un cercado de hierro que forma arcos ras del suelo al más puro estilo romántico y el ciprés calvo (Taxodium distichum) que probablemente es el más grande de toda Sevilla. Hojas pardas al llegar el otoño y ramas desnudas al llegar el invierno, es también poesía en el jardín. Testigo mudo de la escena desde mucho antes de ser representada allí. Fue plantado en 1850 cuando el parque era una parte más de los Jardines del Palacio de San Telmo. Ciclamen, pensamientos, pascueros y otras flores de temporada se van sucediendo en el parterre bajo cuya superficie se desarrolla la titánica raíz del ciprés.
 
¿Por qué un poeta en el jardín? ¿Por qué no un pintor o un filósofo? Por la narrativa. Un jardín es arte, un espacio que se relaciona con nosotros de una forma mucho más profunda que cualquier otra manifestación artística. Los jardines inspiran, manifiestan nuevos enfoques e ideas que, a su vez, van cambiando con las horas, con los años. Espacios dinámicos donde las plantas crecen; donde piedra y madera envejece. Lugares imbuidos de significado, amalgama de lo nuevo y lo viejo, que han fascinado a una incontable pluralidad de artistas independientemente de su disciplina. Por eso el poeta. Él nunca olvida la narrativa del jardín.

Representación del “el amor que llega, el amor que vive y el amor que muere”
Ángel herido con la flecha de la pasión   

Fuente imágenes: wikimedia commons

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