¡¡Escapa botarate!! ¡¡Huye mientras puedas!! Grité. Y dando saltos y cabriolas, riendo,
rozando levemente con la mano el seto de bambú, Jaime empezó a corretear levantando
polvo de albero bajo sus pies, protegido del inclemente sol de junio de Sevilla
por un manto de espesa vegetación. El juego continuó en aquella terraza que se
elevaba sobre otros jardines como si de un barco que navega sobre un mar de
rosas y limoneros se tratase, su mano desenvaino un florete invisible y empezó
a batirse con cuantos enemigos imaginarios osaron salir a su encuentro.
Buganvillas cubriendo la pared del Apeadero |