26 de abril de 2017

Desmoches por tradición

Si, por tradición. Aunque también influyen otros factores como lo económico, la facilidad para el mantenimiento, criterios técnicos basados en plagas o enfermedades e, incluso, por ir a lo cómodo; pero básicamente, la poda por desmoche se hace por tradición, porque existe la falsa aceptación popular de que dejar tres simples ramas a un árbol de ciudad es “arreglar” el arbolado, a pesar de que la mayoría de profesionales de la jardinería se muestran  manifiestamente contrarios a esta práctica.

Tipuana con poda de desmoche

De todas estas motivaciones para realizar un desmoche, solo me convence la del criterio técnico a la hora de realizar una poda tan drástica. Cuando gran parte de la parte área del árbol se encuentra afectado por una plaga o enfermedad, es necesario realizar una medida contundente para garantizar que no se produzca la propagación al resto de árboles cercanos. Todo lo demás… ¿Tan difícil es cambiar el concepto de árbol “aseadito”? Es más ¿De verdad puede parecer bonito un tronco que se asemeja a un poste para telefonía? ¿Es posible iniciar una pequeña revolución que libere a los arboles de ciudad de esta poda? Un árbol que ha sufrido un desmoche, que tradicionalmente consiste en una reducción de todo el follaje dejando crecer únicamente tres ramas en vertical año tras año, puede seguir malviviendo en esas condiciones durante un tiempo siempre que la propia genética de la especie arbórea lo permita. Claro que la estructura que alcanzará, no tendrá nada que ver con el aspecto que hubiera tenido con un crecimiento natural. Si el árbol tiene suerte y el desmoche solo se produce una vez al inicio o por curar una enfermedad, es posible realizar una poda de restauración, pues cabe la posibilidad de restituir una forma parecida a la que tendría de haber sido un árbol en crecimiento libre. Sin embargo, este es el mejor de los casos. En otras muchas ocasiones, antes de restaurar un árbol, hay que considerar seriamente la posibilidad de apearlo y cambiarlo por otro. Nada garantiza que el árbol recupere su gracia natural, que no exista la probabilidad de que el árbol tenga que ser desmochado de nuevo o que la pudrición haya alcanzado una extensión tal del árbol que suponga un riesgo para la seguridad de los ciudadanos.

Entiendo que existan podas motivadas, basadas en criterios técnicos, siguiendo el camino trazado por los planes de actuación sobre el arbolado urbano y que no dudo de que se realizan con suma profesionalidad. Poseer un plan, una hoja de ruta, es básico y nos evita hacer prejuicios a la hora de explicarnos las razones que llevan a los profesionales municipales a realizar una poda drástica o, en último extremo, el apeo definitivo de un árbol. Después de todo, la caída de ramas y troncos de árboles se han sucedido desde que existe el arbolado de viario. Es verdad que ha sido especialmente acentuada en los últimos años debido a una serie de factores que inciden directa y negativamente en la vegetación de las zonas verdes, como cuestiones asociadas al cambio climático, episodios de alta contaminación y de elevados niveles de ozono en verano; cuestiones relacionadas con las especies arbóreas presentes en la ciudad, factores relacionados con la intensidad de uso, con la existencia de numerosos árboles prematuramente envejecidos y coetáneos entre sí. Los planes de actuación de arbolado están justificados y son necesarios, como también es necesario cambiar el concepto, la tradición, la forma de pensar del vecino o vecina. Un árbol con tres tristes ramas es feo.  Además existen alternativas amigables, como la poda de terciado, que consiste en rebajar la copa del árbol un tercio de su volumen, con la que se alcanza un aspecto estético aceptable y no supone un excesivo menoscabo en la salud y, por consiguiente, de la vida del árbol.

Una revolución comienza con una nota discordante en una canción. Esa misma que a base de escucharla constantemente nos parece que está bien simplemente porque siempre la hemos escuchado de una determinada manera, pero en nuestro interior sabemos que hay algo que desafina. De alguna forma somos conscientes que existe un acorde que está mal y distorsiona la armonía de la melodía. Es posible modificar ese  acorde, hacer lo apropiado y empezar a tocar de nuevo, como en aquellas canciones que hablaban de revolución en los años sesenta, pero esta vez sonando como nunca antes lo había hecho. El cambio es posible. 


                 
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1 comentario:

  1. Excelente entrada, y una gran reivindicación. Si no pueden hablar los arboles al menos dejemosle escuchar. Un saludo

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