Hay plantas que te marcan de una forma más profunda que otras. Es cierto
eso de que el roce hace el cariño, así que no es de extrañar que tenga cierta
predilección por la Cyca revoluta,
una palmera pequeña que durante más de cinco años me dio la bienvenida a la
entrada de mi oficina. En realidad eran dos, una a cada lado de la puerta. Dos
guardianes silenciosos que se erguían orgullosos y eran testigos mudos del
devenir de mi jornada laboral.
Roseta de hojas de Cyca revoluta
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