22 de octubre de 2018

Reducción al mínimo del concepto “jardín”

Hace unos días puede realizar una escapada lúdica a Grazalema, la localidad gaditana ubicada en la Sierra Parque Natural que lleva el mismo nombre. Estas visitas a la Sierra es una de las pocas oportunidades que tengo para poder contemplar el inicio del otoño de las plantas, que por la climatología de Sevilla es mucho más complicado observar. Al menos, no se ven los cambios cromáticos típicos de las hojas en esta época con la misma intensidad que los árboles que se encuentran en la Sierra.

Grazalema (Cádiz)
Grazalema (Cádiz) 

También es verdad que ha sido un año atípico y, aunque muchas hojas medio amarillas, medio verdes de la Melias azedarach ya cubren el suelo de los parques y plazas de Sevilla, el otoño viene con retraso. Julio fue un mes frío, más bien primaveral para lo que suele ser el verano. Éste último, como estación, se sintió en Agosto y se prolongó en Septiembre, así que Octubre ha sido más parecido en lo climatológico al mes que le precede. A todos estos cambios anómalos son muy sensibles las plantas y es fácil reconocer que andan un pelín despistadas en lo que a la estación climática se encuentran. Retraso en la caída de las hojas, no alcanzar la pigmentación propia de la época, presencia de actividad vegetativa cuando debería comenzar la latencia,..., son algunos síntomas que se aprecian en las plantas en este otoño anómalo.

En Grazalema, por ejemplo, vi las hojas de la Parra Virgen (Parthenocissus quinquefolia) muy verdes para lo que esperaba encontrar. Pero bueno, eso no significa que las mini rutas por senderos que hice, no estuvieran a rebosar de vegetación. Lo que no tengo tan claro es que esas plantas fueran todo lo natural que cabe esperar. El problema de pasar tanto tiempo entre plantas, hace que al final un día de asueto en un paisaje natural se convierta en motivo de reflexiones acerca del concepto “jardín”.

Las dos rutas que hice fueron, por un lado, el descenso por los restos de una calzada medieval y, por otro lado, el ascenso hasta las ruinas de la Ermita del Calvario. Cuando iba recorriendo estos caminos, aparte de hacer fotografías de todo como si no hubiera un mañana, me dio por pensar que en realidad lo que estaba viendo no era más que la reducción al mínimo del concepto “jardín”. Me refiero a la zona aledaña al pueblo de Grazalema y algunos elementos de sus calles, no al Parque Natural de la Sierra de Grazalema.

Un jardín, como definición, es un espacio verde en el que la intervención humana está en mayor o menor medida presente. Desde el jardín barroco, donde se dan formas geométricas y figuras vegetales imposibles de encontrar en la naturaleza, así como, una distribución de los espacios formal, hasta el jardín paisajístico, donde el volumen de la superficie es cambiante y las plantas se integran con el paisaje natural. En ambos extremos, existe una mano jardinera que dirige el conjunto de la agrupación vegetal, decide su lugar en el mismo, lo conserva y vela porque se mantenga en perfecto estado ornamental.

Por este motivo, si andamos por una calzada medieval que lleva siglos en ese lugar, aunque exista una vegetación espontanea creciendo, ese espacio ya recibe un impacto por un elemento no natural que influye en el entorno en el que se encuentra. Es más, incluso la parte de esta vegetación había sido podada para dejar vía libre al sendero. Otro ejemplo, las ruinas de la Ermita se encontraban cubiertas de trepadoras. Es el concepto “jardín” reducido al mínimo. Una vegetación que crece y está influenciada por la presencia del ser humano.

El efecto contrario también se daba en el pueblo, pues había una influencia de la Sierra algunos elementos de jardinería que encontrabas en las calles. Existía la jardinería típica de patio andaluz, con entradas cubiertas de macetas con las plantas que podemos encontrar en cualquier hogar de la región. Geranios, Begonias, Crassula, Dondiego de noche o Jazmín, se entremezclaban con una forma curiosa de contenedor, trozos de ramas usados como macetas de variada vegetación colgaban de las ventanas. Una forma de integrar la naturaleza circundante en la propia anatomía del pueblo.

En fin, todo esto no son más que reflexiones de una retorcida mente jardinera. Probablemente habrá quién esté de acuerdo conmigo y quién discrepe totalmente en lo que a la reducción al mínimo del concepto “jardín”  se refiere, así que reservo las críticas para entablar un diálogo en el apartado comentarios de este artículo.

La Sierra y restos de ruinas
La Sierra y restos de ruinas

Ermita del Calvario
Ermita del Calvario

Vegetación natural
Vegetación natural

Parra Virgen (Parthenocissus quinquefolia)
Parra Virgen (Parthenocissus quinquefolia

Abeto (Abies alba)
Abeto (Abies alba)

Entrada a una casa
Entrada a una casa

Geranio (Pelargonium zonale)
Geranio (Pelargonium zonale)

Dondiego de noche (Mirabilis jalapa)
Dondiego de noche (Mirabilis jalapa)

Un jazmín a la entrada de una casa
Un jazmín a la entrada de una casa

“Macetas” colgadas en la ventana
Macetas” colgadas en la ventana 

Calzada medieval
Calzada medieval
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Gracias por perder unos minutos de tu tiempo leyendo este post.

4 comentarios:

  1. Me parece bueno el concepto que expones aquí.

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  2. ¡Hola José Luis! ¿Entonces podríamos afirmar que existen jardines involuntarios aceptados?

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    1. Considero que el concepto de jardín es mucho más amplio de lo que pensamos y habría que establecer un límite a lo que entendemos como espacio verde donde queden incluidas las hierbas espontáneas en un alcorque, por ejemplo. Debemos ampliar el concepto de "jardín bonito". Aceptar que un espacio que no sea formal y geométrico no tiene que ser necesariamente un jardín descuidado. Gracias por el comentario. Un saludo.

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