En ocasiones es imposible interpretar un jardín sin mostrar la historia que hay detrás. Es verdad que la propia exuberancia de la vegetación, los elementos que lo componen o el diseño pueden marcar la diferencia, pero cuando le añadimos la historia de la persona o personas que lo soñaron, el jardín deja de ser solo un lugar y se convierte en un espacio con esencia propia. La impronta o huella que ya he mencionado en otras ocasiones en este blog.
Jardín Formal de Linderhor
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