28 de mayo de 2021

Donde esté la sombra

 

Uno de los retos a los que nos enfrentamos en la actualidad es la de combatir el efecto de la llamada isla de calor, en especial en ciudades localizadas en climas cálidos. Aunque en realidad es un problema que afecta a todo el mundo y que es influenciador directo del cambio climático. El gris se ha convertido en el nuevo verde en entornos urbanos, algo que hace subir la temperatura del planeta.

Masa arbórea

Masa arbórea

El fenómeno fue investigado por primera vez por Luke Howard, “el padrino de la nubes”, en la década de 1810. En mi caso, recuerdo que fue en la malograda asignatura de climatología en la universidad donde tuve constancia de esta situación urbana hace ya unos cuantos años. La isla de calor se produce cuando se acumula calor en exceso debido a la inmensa mole de hormigón, asfalto, granito y demás materiales absorbentes de la radiación térmica proveniente del sol. Agrava esta situación la acción de las altas temperaturas cuando tiene lugar el fenómeno atmosférico del anticiclón térmico y que cada año que pasa va a peor por efecto del calentamiento global.

Los lugares de grandes superficies edificadas ofrecen amplias zonas que de día absorben el calor y por la noche lo van irradiando muy despacio. Otra circunstancia que tiene que ver con edificios altos y rascacielos es la reflexión horizontal que realizan de la radiación recibida. Es decir, que en vez de emitir calor hacia arriba, los edificios emiten calor hacia los lados haciendo que esta energía térmica se mantenga en el suelo.

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El medio natural evacua este exceso de radiación por la absorción que realizan las plantas durante la fotosíntesis y por la evaporación del agua superficial. Sin embargo, en un medio urbano donde escasean las masas arbóreas y zonas verdes, así como, los arroyos quedan bajo tierra, la radiación no encuentra una salida de vuelta a la atmósfera ni tampoco se transforma.

Masas arbóreas, parques y jardines deben proyectarse para realizar esta función de captación de radiación solar en las ciudades. Y claro que es importante tener una amplia y diversa población arbórea, pero hay que plantearla con inteligencia pues lo que vamos buscando no son muchos troncos que se entorpezcan y compitan entre ellos, si no copas que cuando lleguen los meses de mayor incidencia solar sean frondosas.

Carly Ziter, profesora de la Universidad de Wisconsin-Madison, realizó un estudio hace un par de años que consistió en colocar una pequeña estación meteorológica en la parte trasera de su bicicleta y tomó lecturas de la temperatura cada cinco metros. El resultado del sencillo experimento fue que donde esté la sombra, encontraremos un descenso de la temperatura de 5º C.

Otra opción para reducir el efecto de la isla de calor son los techos y cubiertas verdes. Construir un espacio verde en una azotea, además de la función decorativa y ecológica que poseen, nos puede proveer de alimentos, servir de aislamiento acústico, controlar la temperatura en el interior del edificio y reducir en el exterior el calor atmosférico. Con azoteas ajardinadas estaremos haciendo del edificio algo similar a un enorme árbol artificial que nos ayudará a mitigar los estragos de la fuerte radiación solar estival.

Cubierta verde

Cubierta verde 

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2 comentarios:

  1. Hola José Luis. Muy interesante lo que nos comentas. Muchas gracias. Un abrazo.

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    1. Hola, Lola. Si es importante tener muy presente los efectos que posee la isla de calor y que podemos hacer para contrarrestarlo.
      Un abrazo.

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