¿Dónde terminan los
sueños? Me sorprende comprobar que mi pequeño rincón de plantas experimentales
acoja con tanta asiduidad distintos tipos de individuos. Además de los pulgones
que han estado dando la lata a mi galán de noche (Mirabilis jalapa) todo el verano, han aparecido moscas blancas y
alguna que otra caracola.
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Libélula sobre hoja de barrón (Ammophila arenaria) |
A pesar de
autodenominarme “paisajista” no cuento con un jardín demasiado extenso. El
lugar donde se ubica mi despacho es la azotea de un viejo edificio de Sevilla,
eso sí, es un lugar lo suficientemente amplio como para albergar plantas en
contenedor que me entretienen, mantengo lo necesario y me abstraigo un poco del
mundo mientras las observo crecer.
En contraste a mi
pequeño jardín, dentro de mi despecho, colgado en la pared, tengo un enorme
lienzo de la Puerta de Marchena de
los Reales Alcázares de Sevilla, que me recuerda que esto del paisajismo puede llegar
a constituir espacios grandes, sobrecogedores, o espacios muchos más pequeños,
humildes, pero con un nexo de unión común donde residen los pequeños detalles
que finalmente se manifiestan en la belleza de una sencilla flor o en el
murmullo del correr del agua.
Uno de mis sueños es
ver convertirse mi jardín en algo más que un proyecto nacido de las elucubraciones
de mi traviesa y caprichosa imaginación. Y el sueño está empezando a germinar;
al igual que crece y se desarrolla el barrón (Ammophila arenaria), una gramínea que crece en los sistemas dunares
situados mirando al mar, en litoral sureste de la Península Ibérica. Una de las
plantas silvestres que obtuve recolectando las semillas hace un año para
sembrarlas y ver cómo se comporta en situación contralada dentro de un espacio
verde.
Siempre quise tener
gramíneas, muy utilizadas en jardinería en otras latitudes por el dinamismo que
presentan al mecerse suavemente con el viento. Elegí el barrón porque es una
planta que teóricamente crece bien en la zona donde vivo y supuse que, al
encontrase perfectamente adaptada a las condiciones climáticas, no me supondría
un enorme costo en cuestión de tiempo mantenerlas. Por lo pronto el experimento
ha salido regular porque de todas las semillas que sembré solo germinaron dos,
aunque ya se encuentran tan crecidas, propagándose por rizomas, que en breve
ocuparan toda la superficie del recipiente.
Asociadas a los
sistemas dunares donde habita el barrón podemos encontrar libélulas
revoloteando entre las variadas acumulaciones de agua que existen como bien
pueden ser las lagunas y marismas de las que hablaba en mi anterior post sobre el
Jardín Botánico “Dunas del Odiel”.
Las libélulas son
insectos que necesitan de la superficie del agua calma de un estanque para
poder completar su ciclo reproductivo y parece ser que también disfrutan de
posarse durante su vuelo en las hojas de gramíneas y moverse sobre éstas al
ritmo que les marca el viento. En mi azotea no dispongo de la acumulación de
agua aunque aparece cuando riego o llueve en las escasas ocasiones que lo hace
aquí en Sevilla.
Por este motivo no
esperaba encontrarme con libélulas y sin embargo lo he hecho. Apareció
simplemente un día sin más, pensé que estaba de paso pero no, le gustó el
barrón como lugar para establecerse y allí permaneció durante días. Un
estupendo espécimen de color verde que me produjo alegría y compañía durante
las horas en las que trajino frente al ordenador.
Nunca pretendí gran
cosa cuando me decidí montar mi jardín en macetas en la azotea, solo un poco de
entretenimiento y adquirir algo de experiencia con las plantas que cultivo.
Realmente no soy un hombre muy ambicioso en lo económico, aunque es cierto que
el mérito y el reconocimiento si me motivan, disfruto perdiéndome en mi vida
bohemia y poeta con frecuencia, allí en el silencio que me cobija para unir
palabras o plantas en pretendida armonía. Es por esto que mis sueños son sencillos
y fáciles de cumplir. ¿Dónde terminan los sueños? Pues como el título de mi
canción preferida, Don´t dream it´s over
del grupo Crowded House, los sueños
no terminan.
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Barrón (Ammophila arenaria) |
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gracias por tu comentario al final del post.
A mi también me ocurren a veces esas situaciones y por ejemplo me pregunto como puede aparecer de repente un abejorro en medio de mi azotea de Madrid para tomar el néctar de las borrajas. Asique encontrarse de repente por la mañana con una majestuosa libélula debe ser una experiencia muy cautivadora del jardín.
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