¿Sabes cómo se llama? Me tome mi tiempo. No aparte la mirada de mi
objetivo mientras la cámara ajustaba el macro. Él estuvo barriendo, pero tan absorto
me encontraba por sacar la mejor de las fotografías, que no me percaté que lo
había dejado y ahora era yo quién se había convertido en objetivo. ¿Sabes cómo se llama? Repitió. Hecha la
foto me volví y miré al hombre ataviado con mono gris que hasta hace tan solo
unos minutos se afanaba por dejar bien limpio el albero del Paseo de Catalina
de Ribera. Glicinia… Wisteria sinensis.
Esta vez sí, contesté. Tú andas bien de botánica
¿no? No puede evitar dedicarle una sonrisa
mientras me alejaba continuando mi camino.
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Glicinia (Wisteria sinensis) |
La glicinia es una planta trepadora de jardines que puede
crear fuertes antagonismos. Por un lado es apreciada por su belleza pero, por
otro lado, no gusta nada por la fuerte competencia por la luz que ejerce sobre
otras especies vegetales. Es capaz de “devorar” un árbol de hasta veinte metros
de altura y por esto es más frecuente encontrarla en pérgolas de hierro donde,
con control y podas, no afecta a otras plantas. En estas condiciones se crean
auténticos túneles sacados de un cuento gracias a la capacidad que poseen sus
racimos florales de completar un entorno único.
Y si existe un espacio
verde en España donde se produce este efecto casi mágico, producto de la suma
entre glicinia y cenador de hierro, ese es el Jardín Botánico de la Concepción en Málaga. Las doce glicinias,
plantadas a los pies de las vigas que sostienen la estructura metálica, tienen
una edad superior a ciento cincuenta años. Fueron colocadas allí por la familia
Loring-Heredia y continúan, quince días al año, al llegar marzo, envolviendo el
entorno en un espectáculo de color lila. También lo embriagan todo con su olor
el cual, una vez más, crea antagonismos pues lo que a unos les parece un aroma
sublime a otros resulta un olor desagradable.
Todo el conjunto del
Jardín Botánico de la Concepción se encuentra trazado de caminos serpenteantes, muchos de los cuales recorren la
falda de un pequeño monte que es parte de su extensión. La inclinación
provocada por el desnivel ha obligado a una proyección en bancales, que unido a
los senderos boscosos que los recorren y elementos inesperados como el cenador
de glicinias, crea un efecto sorpresa.
La capacidad de
asombrar de la Wisteria sinensis no
es exclusiva del jardín andaluz. Si nos trasladamos al continente asiático de
donde es originaria la trepadora junto con la Costa Este de Estados Unidos,
otras muchas Wisterias, de un total
de 20 variedades distintas, se unen para completar unos de los jardines más singulares
del mundo, Kawachi Fuji Garden.
Este jardín se ubica en la ciudad japonesa de Kitakyushu y entre los
atractivos que posee se encuentra el túnel de glicinias, generador de una explosión
de color durante los meses de abril y mayo.
Ambos jardines son cautivadores, claro que yo tiro para mi tierra y si tengo
que decantarme por uno lo hago por el jardín malagueño. Sí soy capaz de
determinar con imparcialidad algo en este asunto; independiente de su
ubicación, la glicinia es capaz de crear entornos únicos, jardines con encanto,
de estilo romántico inigualables cuando los tallos retorcidos abrazan con
fuerza el hierro forjado a fuego. No hay más. Al final madera y metal son uno.
Extraños cuerpos, deformes, pero de indiscutible belleza que además nos regalan
esa floración primaveral que una vez más no escapó al objetivo de mi cámara.
Glicinia sobre pérgola de hierro |
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Jardín Botánico de la Concepción Fuente imagen: wikimedia commons |
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Kawachi Fuji Garden Fuente imagen: mindphoto |
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