Los viajes a la playa
cuando era niño eran mucho más largos que en la actualidad. Lo que por aquel
entonces se convertía en una interminable odisea insufrible para mi impaciencia
pueril, ahora lo recuerdo con añoranza; viejas historias que las carreteras de
circunvalación han borrado, como ha desparecido del trayecto la imagen de
muchos pueblos por los que había que pasar hasta el destino final. Dos hermanas, Los Palacios, Las cabezas,
Lebrija, Trebujena, Sanlúcar,…, aquella parada de obligado cumplimento para
desayunar, tras salir a primera hora de la mañana con la fresquita. El aire acondicionado acabó con aquellas salidas
vespertinas pero aún así hay muchas cosas que el paisaje aún conserva.
Toro Osborne en Las Cabezas de San Juan |
A parte del famoso Toro de Osborne, convertido en símbolo
nacional y salvado de desaparecer por decreto para que siguiera cumpliendo esta
función al pie de la carretera, muchos de los
cultivos industriales perduran arraigados a estos pueblos. La remolacha, el
algodón o el girasol son la base de la economía agraria que ha sustentado a las
localidades que siguen esta carretera durante décadas, formado parte del
paisaje, modificándolo con el calendario agrícola de rotación de cultivos, de
siembra y de recolección.
Tanto en los recuerdos
que conservo como en el paisaje tal y como es
hoy en día, siempre me llamó y me llama la atención la suave inclinación
de las colinas teñidas de rubio por las tierras en barbecho o la incipiente plántula que emerge verde del suelo. En
especial, siempre me fascinaron los cultivos de girasoles, con sus enormes
flores amarillas, siempre persiguiendo al sol, llenos de las pipas, cuyas
cascaras por aquel entonces imaginaba cubriendo el albero del cine de verano
donde pasaría viendo alguna peli para escapar de las calurosas noches que se
nos avecinaban.
Ahora no contemplo
estos campos de girasoles de forma tan simple. Soy conocedor de que son uno de los cultivos industriales más importante de la zona y que sus usos van
más allá que ocupar una bolsita en el kiosco del barrio. Desde la obtención de
aceite, hasta la fabricación de pienso para la ganadería, el cultivo de girasol
tiene su espacio. Es precisamente este último uso, el pienso animal, lo que cambio
todo, incluido el paisaje, antes incluso de que yo naciera. En la transición
del primer
al segundo régimen alimentario, los españoles influenciados por la
migración del campo a la ciudad, la perdida de conciliación entre la vida
laboral y familiar, el cambio de hábitos y horarios, fueron adoptando modelos
de consumos alimentarios apropiados a esta nueva situación que se planteaba. El
ejemplo que se siguió fue el norteamericano, comidas rápidas y más abundantes
en carne con destino a la alimentación de todo este ganado que se necesitaba
para, a su vez, alimentar a una población que tenía unas nuevas necesidades y
una nueva demanda. Muchos agricultores abandonaron cultivos como el garbanzo o la
lenteja, de distribución local y poco rentable, para refugiarse en cultivos
como el de girasol, con un destino industrial globalizado y ligeramente más
beneficioso económicamente.
Pero el girasol no
solo cambió el paisaje de campos de cultivos, también llegó hasta el jardín en
formas y colores variados. Esta variedad de cultivares ornamentales determinó
su éxito en espacios verdes. Ejemplos como Helianthus
annus “Prado red”, H. annus “Black oil”, H. annus “Irish eyes”, H. annus “Orange sun” o H. annus “Velvet Queen”, premiados por The Royal Horticultural Society,
han encontrado acomodo en borduras
vegetales al crear cierta sorpresa en quien contempla el jardín, pues descubre
que esa enorme flor compuesta de color rojo, negro o naranja se trata del
popular girasol.
Los paisajes, ya sean
rurales, ligeramente antropizados, o naturales (de los cuales cada vez quedan
menos), son fuente de inspiración para diseñar jardines y los cultivos de
girasol no dejan de tener ese tinte embaucador, con todos sus matices, todos
sus colores, como el marrón de la tierra, el amarillo de la paja y de las
flores, el verde de las plantas o el celeste del cielo, que te cautiva. Lo
bueno que tienen es que se pueden disfrutar desde carreteras comarcales de
pueblos no menos encantadores, con historia ligada al sol y al sudor, a la
tierra trabajada, a la garcilla bueyera que va tras las ruedas de un viejo
tractor con la pintura descolorida, que ya perdió la cuenta de los pases de
grada que ha dado. Pueblos ligados a su paisaje único a pesar de que la carretera
que durante años los atravesaba ahora los ignore, los rodea y deja atrás aunque…
después de todo, estos son motivos más que suficientes para girar, tomar el
correspondiente desvío y detenerse.
Cultivo girasoles (Helianthus annuus) |
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Helianthus annuus cultivar Prado Red |
Fuente imagenes:
Wikimedia commons
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