28 de septiembre de 2015

Cómo transformar un jardín en un xerojardín

Los cambios medioambientales que están transformando el mundo en el que vivimos y que nos han conduciendo a una temperatura en alza durante décadas, a la par han provocado que nos encontramos jardines que se diseñaron hace treinta o cuarenta años que no se desarrollan exactamente en las mismas condiciones climatológicas de la época en que fueron creados. También, ante esta situación actual, muchas de las políticas para preservar bienes naturales, cada vez más escasos, impiden que estos mismos jardines no dispongan de los medios para cubrir las necesidades de agua que tenían en su origen. No hablo solo de jardines particulares, hablo de jardines de barrio, urbanizaciones que se crearon con algunas zonas verdes que pueden continuar siendo igual de válidos en la actualidad como cuando fueron creados.

Rosal en un jardín de barrio

En alguna ocasión me han preguntado si era posible transformar un jardín algo antiguo y creado bajo otras premisas en un xerojardín. La respuesta es sí, además, respetando la esencia para la que fue creado. Claro que esta afirmación tiene sus límites. En un jardín histórico no sería posible porque sería destruir prácticamente su valor ornamental y cultural, pero un jardín que fue construido para crear un ambiente natural en una comunidad de vecinos, un espacio verde cuya razón de ser es proporcionar algo de frescor, sombra, cercanía con la naturaleza con quienes lo disfrutan, es posible realizar los cambios apropiados para integrarlo dentro del ecosistema en el que le ha tocado vivir en la actualidad.

Para realizar esta transformación hay que recurrir a un tema muy actual: el reciclaje. Cambiar un jardín y transformarlo en un xerojardín es tan sencillo como hacer un acto de reciclaje, una serie de actuaciones encaminadas al aprovechamiento máximo de los recursos hídricos disponibles para el mantenimiento del mismo.

La primera de estas actuaciones que realizaremos será redactar un inventario de la zona verde que vamos a transformar. No necesariamente todos los elementos de este jardín tienen que ser descartables, muchos pueden ser válidos, así que lo que trataremos de conseguir con un inventario es determinar qué aspectos del jardín son aprovechables y cuales son susceptibles de ser cambiadas o eliminadas. En el inventario de un jardín incluimos datos como ubicación, zona climática, plano actual, listado de especies botánicas existentes, estado mobiliario, accesos, zonificación, usos, sistema de riego y estado de conservación.

Una vez que poseemos un inventario que nos sirve como base para empezar a trabajar en la transformación del jardín en un xerojardín, analizamos estos datos. Para empezar podemos comparar si la ubicación y zona climática se corresponden con el hábitat natural de las especies botánicas que nos hemos encontrado en la zona verde. En el caso de que haya plantas naturalizadas o autóctonas las podemos mantener en el jardín, pero si encontramos otras plantas pertenecientes a zonas climáticas de mayor pluviometría y con la consecuente mayor necesidad de agua, podemos cambiarlas por plantas más apropiadas para un xerojardín. Recordemos que estas plantas no tienen que ser únicamente cactáceas o suculentas (aunque su inclusión en el xerojardín puede ser factible y no está reñido con el valor ornamental), lo ideal son plantas de origen igual a la zona climática donde se ubica el jardín, en el caso de España y generalizando, clima mediterráneo con todas sus variantes climáticas.

Puede ocurrir que entre las especies poco apropiadas para un xerojardín nos encontremos con una planta ejemplar que queramos mantener. Ante esta situación, podemos optar por considerar la zonificación en función de esta planta e iniciar desde aquí la distribución de las hidrozonas considerando esta parte del xerojardín como una zona de máxima necesidad de agua. 
     
A otra conclusión a la que podemos llegar con el análisis del inventario que hemos realizado, es que la superficie de pradera es muy elevada siendo la zona de mayor consumo de agua del jardín. Una solución para reducir esta superficie excesiva de césped puede ser sustituirla por una grava decorativa o corteza de pino. Con esta alternativa conseguimos reducir el gasto de agua y, con la malla antihierbas sobre la que disponemos el “mulch”, conseguimos controlar las hierbas espontáneas. Pero también podemos usar estas mismas hierbas espontáneas para crear una pradera sostenible, de escaso mantenimiento, consumo y resistente a las pisadas. Tan solo hay que dejarlas crecer y segarlas para que tengan una altura propicia.

El sistema de riego también es susceptible de cambio. Aún existen muchos jardines que se riegan con boca de riego y manguera, algo que se traduce en un consumo de agua sin control y pérdidas por evapotranspiración. Nunca es tarde para incluir un sistema hidráulico de riego con un programador para regar en tiempo y cantidad necesaria. Hay ocasiones en que el ajuste del riego consiste en cambiar aspersores y difusores por otros con un grado de giro suficiente que no inunde caminos y paseos innecesariamente.

El resto del reciclaje ya depende de los usuarios y de los conservadores. Los primeros que no produzcan actos vandálicos que mermen el vigor de las plantas que favorezcan el daño producido por plagas y enfermedades, los segundos que se encuentren preparados para realizar las labores culturales de manteamiento apropiadas y no encontrar, por ejemplo, podas de desmoche sistemáticas. Actuaciones de reciclaje y transformación en xerojardín de unos jardines de barrio con una cierta edad para que podemos seguir disfrutándolos muchos años más.

Pradera de hierbas espontáneas 
   
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Gracias por perder unos minutos de tu tiempo leyendo este post.

2 comentarios:

  1. buena reflexion, todo es posible con un poco de ingenio y por supuesto con un buen "paisajista"

    Como te comentaba el otro dia, ya habia pasado por aqui, pero hoy me atrevo a dejar constancia de mi visita. Buen trabajo con tu blog y muchos exitos.

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