Voy cerrando las carpetas,
los documentos y las imágenes. Le doy a apagar el ordenador, apresuradamente,
siempre con prisa. Tengo un problema a la hora de medir el tiempo o me preocupo
demasiado por hacerlo todo deprisa. Ya sea un lunes de mucho trajín o un
tranquilo domingo por la mañana. Aún no lo sé. Pero le he puesto un nombre y
todo: Síndrome del conejo blanco de
Alicia en el País de las Maravillas. Era aquel peludo bicho que continuamente
decía que llegaba tarde y que, como todos sabemos, persiguió la protagonista
del libro de Lewis Carroll hacia un
mundo de fantasía viviendo variopintas aventuras y estando a punto de perder
literalmente la cabeza.
“-
¿Podría decirme, por favor, qué camino debo tomar desde aquí? – preguntó
Alicia.
-Eso depende en gran manera del lugar adónde
quieras llegar – respondió el Gato de Cheshire.
- No me importa demasiado el lugar –
respondió Alicia.
-Pues entonces no importa demasiado el camino
que tomes – contestó el Gato de Cheshire.”
Alicia en el País de las Maravillas
Lewis Carroll
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Arbusto de romero
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