Los paisajistas,
aunque nos debemos al cliente, siempre tendemos a deslizar nuestra propia visualización
de jardín “perfecto” y hermoso en
cada diseño que presentamos. Esto es un despotismo obligado. La creación de una
zona verde como parte que se encuentra a la misma altura del conjunto total de la vivienda, tiene una serie
de limitaciones técnicas y botánicas a las que hay que plagarse. En este
sentido, el diseñador de jardines debe ser un guía, alguien que indique que
camino se ha de seguir para establecer los concionantes técnicos o elegir las
plantas que mejor se adaptan al futuro jardín.
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Ejemplo de jardín geométrico y contemporáneo |
Otro asunto distinto
es el uso que se le quiera dar al jardín. No todos los jardines tienen que
estar diseñados para establecer un lugar relajado donde leer un libro como
sería si estuviera creando mi propio jardín, puede ser que el propietario posea
perros y esté pensando en crear un jardín para disfrutar junto a sus peludas
mascotas. Esto es solo un ejemplo. Hay otros usos para una recién creada o
remodelada zona verde, como servir para encuentros sociales donde reunirse con
amigos, un lugar de refugio, para la contemplación o varios de estos aspectos a
la vez.
Si juntamos estas tres
variantes, ingeniería (sistema de riego, drenaje, obra civil, movimientos de
tierra,…), botánica (especie vegetal, color, forma, ubicación, adaptación,…) y
uso del cliente, habremos ganado gran parte del terreno al concepto que definirán
el trazado y la elección de especies vegetales que finalmente constituirán el
espacio verde.
La geometría en el jardín apareció en mi
carrera como paisajista de forma causal, por las mencionadas limitaciones que te obligan a explotar al máximo
la creatividad para obtener un resultado satisfactorio. Lo que no sabía en
aquel momento es que este estilo era conocido como jardín minimalista o contemporáneo.
Me encontraba en Córdoba, estaba ajardinando un plan urbanístico de la ciudad y
desde el principio estuve condicionado a ir realizando cambios para adaptar planos
y presupuesto que me habían facilitado los arquitectos, a la realidad que me
encontré sobre el terreno.
Para empezar los planos
estaban realizados en Autocad (es lo habitual), pero los árboles estaban
representados con la inserción de una fotografía sin numerar en el plano ¡Eran
miles de árboles! Si estáis familiarizados con esta herramienta de delineación informática,
sabréis que los archivos así pesan una barbaridad y es muy difícil de manejar.
Además, el encargado de la obra no podía determinar que especie era cada cual
porque, al no estar numerados, se perdía en la leyenda para tratar de relacionar una fotografía minúscula con el árbol
correspondiente. Tuve que volver a dibujar los planos nuevamente sustituyendo las
fotografías por un bloque de cada especie
y, esta vez sí, numerados y diferenciados en la leyenda del plano.
El segundo aspecto que
tuve que cambiar sobre la marcha fue el contenido de parterres y alcorques corridos, pues no poseían
la misma forma y tamaño que en el terreno. Eran más grandes y yo no podía
variar el presupuesto para pedir más plantas. La solución que tuve adoptar fue replantearme
la distribución de especies. El alcorque corrido, que en proyecto estaba
diseñado con una doble alineación de Ciruelo Japonés (Prunus pisardii), tenía una longitud mayor en la realidad con lo
que los Ciruelos que poseía solo me daban para cubrir una parte de la distancia
de los alcorques. Decidí colocarlos, en vez de enfrentados, en una alineación a tres bolillos o alterna de forma que
pude completar los alcorques en toda su longitud. En otra zona, unos parterres
rectangulares que estaban diseñados para albergar una plantación de Almezos,
tuve que completar la plantación trayendo arboles de un espacio del proyecto diseñado
como lugar boscoso y que tenía una excesiva población de especies. De esta
forma acabé con la monotonía, creando un poco de caos y libre albedrío vegetal.
Un tiempo después de terminar
la obra, al completar el trabajo realizado, fue cuando descubrí que existía una combinación armónica entre
la geometría a la que estaban sometidos alcorques y parterres, cuadrados y rectángulos,
y la naturaleza de las especies vegetales que ocupaban estos espacios, constituidos
por arbustos y ramas que crecen sin seguir una línea recta. Un sin fin de curvas
caóticas de madera que sostienen el cielo y hierbas que se retuercen a ras de
suelo difuminado la línea existente entre acera y tierra. Aquella rebeldía vegetal sobre la línea recta
me hizo querer crear jardines donde se formaría la misma lucha entre la lógica humana
y el desorden natural. Un estilo de jardín geométrico donde, independientemente
de crear espacios para usos concretos, los materiales empleados para pavimento
y mobiliario constituirán el estilo global, pero inerte, mientras que las
plantas serán contribuyentes en datarlo de vida y carácter.
Fuente imagen: Flickr
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me gusta mucho el planteamiento para ciertos espacios
ResponderEliminarEl ejemplo más radical de esto que conozco son algunos jardines de vivaces contenidas en cuadrículas de Chritopher Bradley-Hole. Sin duda entre mis favoritos en los últimos tiempos.
ResponderEliminarHas dado en el clavo... confieso que es mi "paisajista de cabecera". Encontrar a Christopher Bradly-Hole, con sus diseños y enseñanzas sobre el paisaje, la palabra, la poesía, las retículas, la repetición y la sucesión de Fibonacci, me permitió dar sentido a aquello que previamente había descubierto en la práctica. Un saludo y gracias por el comentario Miguel.
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