18 de febrero de 2016

Naturaleza aséptica

En Twitter se puede dar inicio a interesantes debates, para lo bueno y para lo malo. Centrándonos en el primero de los casos, podemos encontrar con rapidez noticias de interés general, descubrir nuevos jardines y espacios verdes desconocidos o llegar éstas conversaciones a degenerar hasta la creación de nuevos términos como es el caso de la naturaleza aséptica.

Arboleda formada por moreras 
Es justo que reconozca el acuño del término en cuestión a Chema Bárcena (@guillaumme). Todo comenzó con un tweet que envíe en relación a una noticia leída en la edición digital del diario ABC donde se hacían eco de la tala de más de 2.700 moreras sanas en la ciudad de Valencia para ahorrar en mantenimiento. La morera es un árbol que a mí personalmente me encanta, por la estructura que forma, su amarillo otoñal y la sombra que produce en verano tan necesaria aquí en el sur. El famoso “árbol de la seda”, como lo llamaban los antiguos romanos, es una especie de singular belleza que nos produce una gran cantidad de beneficios (fijación de CO2 atmosférico, termorregulación ambiental, reducción del efecto invernadero, bienestar sicológico…) y, también, echa al suelo muchos restos vegetales como las hojas o, el que más preocupaba en el caso de Valencia, las moras que ensucian notablemente el suelo. La solución no puede ser más drástica. Sin ir más lejos, en Sevilla, se recogen las naranjas de las calles para hacer mermelada de naranja agria que, además, supone una actividad económica importante para las empresas que se encargan de recogerlas. Ahí lo dejo como posible solución en futuras situaciones similares. 
   
A veces no tenemos en cuenta los beneficios que nos aportan los arboles urbanos y zonas verdes de la ciudad, obviándolos en detrimento de soluciones más “cómodas” ¡Incluso existe una variedad de morera  que no produce fruto (fruitless)! Ante este panorama Chema me contestó: queremos una naturaleza aséptica y no es posible. No puedo estar más de acuerdo. Poco a poco vamos siendo más conscientes de que no podemos vivir sin la naturaleza, pero muuuuy poco a poco. 
  
El planeta tierra es un medio natural y sí, vivimos en muchas grandes ciudades o pueblos. El mundo se encuentra terriblemente antropizado pero aún viviendo en un ambiente dominado por el asfalto, el cemento y el cristal, necesitamos a la naturaleza. No podemos evitar que se caiga una hoja en la calle, que entren bichos en casa a través de la ventana (no todos son tan malos), o que crezca una hierba espontánea entre las grietas del alféizar. En vez de luchar contra estos sucesos, deberíamos aceptarlos, aprender a vivir con todos los fenómenos naturales que acontecen a nuestro alrededor pues son maravillosos y, nos gusten o no, los necesitamos para nuestra propia subsistencia. Volver a la escoba o, simplemente, usar la cabeza y no recurrir tanto a la motosierra.   

Cada árbol cuenta y cada espacio verde, también, por reducido que sea. De eso tratan los proyectos de corredores verdes en las ciudades, de unir cada punto de la ciudad donde exista un parque, un jardín o una avenida arbolada, para crear el espacio que nos devuelva a la naturaleza tan necesaria. Una tela de araña vegetal ininterrumpida y comunicada con la periferia donde comienzan los campos y el paisaje. La huella verde impresa en el callejero de nuestras urbes y que amplifique los beneficios de cada diminuto punto verde que la constituye, que es cierto que podrá “manchar” en ocasiones, pero de la que obtenemos mucho más, la vida que lo es todo, que los perjuicios que también vamos a tener.    Naturaleza… no pretendamos los imposible, no puede ser aséptica.   

Plaza de América en el Parque de María Luisa (Sevilla) 
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Gracias por perder unos minutos de tu tiempo leyendo este post.

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