Hacía mucho tiempo que
no conseguía sentirme bien, feliz, con los pequeños detalles que me depara la
simple complejidad de la naturaleza. Motivos personales han hecho que últimamente
encuentre la vida insípida. A ratos, mi hijo es lo único que consigue
estabilizar la zozobra que agita mi alma. Pero el otro día, cuando fui a hacer
las fotos de las Yucas de mi anterior post, sin proponérmelo, me encontré a mi
mismo disfrutando del agradable sol de la tarde, del viento contra mi cara a la
velocidad que marcaba el pedaleo en bici y me ensimismé con cada brote con el
que las plantas saludaban a la primavera. Sonreí porque sí. Hasta me permití el
tópico de alégrame de vivir en una ciudad única como es Sevilla, que nos brinda
momentos tan sencillos como mágicos salidos de la nada, de las más rutinarias
actividades que tenemos que hacer a lo largo del día.
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Árbol del Amor (Cercis siliquastrum) |
Cuentan las malas
lenguas, que cuando era algo más joven gustaba de una ajetreada vida nocturna. Junto
a mis amigos de toda la vida, igual de rufianes que yo y, entre otras andanzas,
recorríamos muchos locales de moda en la ciudad donde sonaba la más variopinta música
discotequera. En 1998, el DJ y compositor alemán Sash! (muy prolifero a finales de los 90’s y principio de los 00’s),
produjo un sencillo que fue llamado por aclamación popular “La primavera del amor” aunque su nombre
era “La primavera” a secas. Pues fue
curioso, porque no es mi estilo musical predilecto, pero esta canción me vino a
la cabeza cuando recorría veloz los caminos del jardín que hay en la rivera del
Rio Guadalquivir uniendo el antiguo y nuevo Torneo con el Parque de San
Jerónimo. Me encontré con las primeras flores de este Árbol del Amor (Cercis
siliquastrum), que como manda su biología, se adelantan a la aparición de
las hojas.
Y fue así como, cubierta
la madera lisa y clara de sus ramas por pequeños puntos florales de color rosa,
me sorprendió sonriendo como un bobo al sol y a la primavera. Dejé la bici tirada
en el césped y me puse a hacer fotos de las flores como si no existiera un
mañana. Pero el sol y el viento querían juguetear con el árbol, la primavera y
el amor, haciendo el primero brillar con intensidad sus flores, mientras el segundo
mecía con sutil delicadeza las ramas. Yo también quería jugar pero con la fugaz
alegría, las palabras y aquella canción discotequera que me recordaba mi pasado
juvenil y acabar, finalmente, escribiendo algo digno del fenómeno natural que
me estaba cautivado en esos instantes. No consiguiendo que las fotos fueran lo
suficientemente nítidas, una vez superada la frustración inicial y resuelto a
captar de la mejor forma posible la belleza que estaba contemplando, cambié de estrategia.
Ya sabes el refrán, si no puedes con tu enemigo únete a él o, siendo precisos,
me uní al juego. Decidí hacer un video donde se mostrase las flores rosas
resplandecieran con el sol y las ramas se movieran como queriendo desprenderse,
flotar y salir volando. El resultado…
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Sinceramente me ha encantado, me has hecho sentir que había cogido la bici y también me había encontrado con ese Cercis!!! Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado.
EliminarUn saludo.
Logicas tus sensaiones, es un árbol que obviamente no deja indiferente, su floración agolpada es algo más que reseñable en cualquier parque, jardin o alineación donde se localice.
ResponderEliminarGracias por pasarte y por el comentario, Mario.
EliminarUn saludo.
¡Buen post! Dar paseos en bicicleta por la naturaleza es una actividad beneficiosa para nuestra salud física y mental. Nos permite disfrutar del aire libre, conectarnos con la naturaleza y desconectar del estrés diario.
ResponderEliminarCualquier actividad física siempre está bien y si además le añadimos un entorno verde, pues mucho mejor.
EliminarUn saludo.