7 de octubre de 2016

Ramas partidas

Es un hecho contrastado que los arboles, en comunidades boscosas, por causas naturales tienden a quebrarse o partir las ramas en sus ecosistemas. La edad, los cambios de temperatura, “autopodas” por ramas propias que se estorban, competencia por el espacio con ramas de sus vecinos, agentes climatológicos, etc., son algunos de los motivos que hacen que troncos y ramas se partan en los bosques naturales. Cuando los árboles son cultivados en la ciudades como parte del paisaje urbano en calles, parques o jardines, no pierden esta naturaleza, es más, al margen de lo que algunos piensan, continúan siendo seres vivos que crecen, se desarrollan y cumplen un ciclo vital, algo muy diferente a otros elementos que forman parte de la silueta en las ciudades como pudieran ser una farola o un semáforo.

Ataque de hongos en la corteza de un Plátano de Sombra (Platanus x hispanica)  en el lugar donde se realizó una poda

Los arboles urbanos, al contrario que sus congéneres que habitan los bosques, tienen que hacer frente una serie de labores que no recibirían en el medio natural como son las podas de desmochado en aquellos municipios donde se práctica, ataques de hongos en las ramas que son podadas con la consecuente pudrición, rotura y caída de las mismas y el riesgo que supone para las personas y medios materiales, una mala elección de lugar para su plantación que origine un espacio excesivamente reducido para el volumen que ocupará la copa en el futuro afectando a fachadas y ventanas o alcorques de tamaño muy reducido e inapropiados para el desarrollo de las raíces que provoca la búsqueda de agua de forma superficial y el levantamiento del pavimento. Éstas son algunas de las causas/efectos de los llamados deservicios del arbolado urbano. Si bien es cierto que existen estos inconvenientes, también es verdad que los arboles contribuyen a mejorar muchos más aspectos medioambientales y sociales en la ciudad que los estropicios que producen. No en vano, captan el CO2 atmosférico que los combustibles fósiles de nuestros vehículos liberan a la atmósfera, absorben gran parte de la radiación solar paliando los efectos de la isla de calor, reducen del efecto invernadero, realizan funciones de termorregulación urbana,…. Pero es curioso que sí, las ramas del arbolado en las ciudades se parten, caen y pueden causar graves daños humanos y materiales y, aunque esto no sea habitual, ni tan siquiera ocasional, muchos medios de comunicación parece que es lo único en lo que parecen percatarse. No quiero que se me mal interprete ni parecer insensible, este tipo de sucesos me parecen muy desagradables y, en la medida de las posibilidades, se pueden incluso reducir aún más con actuaciones como hacer una valoración técnica de árboles ancianos susceptibles de quebrarse, creando una base de datos de daños posibles del arbolado urbano, acostumbrarnos a ver arboles con una copa más espesa para no tener que realizar podas severas o eligiendo la especie arbórea adecuada en función del tamaño de alcorque, anchura del acerado y distancia al edificio más cercano. Tampoco nos engañemos porque el riesgo cero no existe, pero tampoco me parece apropiado hablar del arbolado urbano como si se tratase del enemigo público número uno. Me parece muy injusto que aparezcan titulares en los medios haciendo referencia a que los árboles de ésta o tal Alcaldesa se han caído y han ocasionado daños (lamentabilísimos) a personas, haciendo un malintencionado gesto por involucrar al partido del gobierno municipal de turno en un hecho accidental y generando una mala imagen de los árboles cuando en realidad ni votan, ni deciden, como mucho siguen su propia naturaleza. Y aún así, pagan los platos rotos de quienes los colocamos en los lugares concretos que ocupan, porque cuando el miedo institucional en relación a los arboles se propaga, se afilan las hachas para apear a todo ejemplar mínimamente sospechoso de caer o tirar alguna de sus ramas, lo merezca o no. De esta forma, a través del miedo, calles enteras quedan desprovistas de la sombra de sus árboles, dejando a su paso solo asfalto con restos de ramas partidas que, finalmente, los operarios de limpieza retiran eliminado toda constancia de que en esa calle anónima una vez hubo una población de árboles. 

Lluvia de Oro (Koelreuteria paniculata) partida por la mitad de su tronco

Roble Australiano (Grevillea robusta) con los restos de romas caídas por acción de la climatología aún en la acera
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