Es un hecho
contrastado que los arboles, en comunidades boscosas, por causas naturales
tienden a quebrarse o partir las ramas en sus ecosistemas. La edad, los cambios
de temperatura, “autopodas” por ramas
propias que se estorban, competencia por el espacio con ramas de sus vecinos,
agentes climatológicos, etc., son algunos de los motivos que hacen que troncos
y ramas se partan en los bosques naturales. Cuando los árboles son cultivados
en la ciudades como parte del paisaje urbano en calles, parques o jardines, no
pierden esta naturaleza, es más, al margen de lo que algunos piensan, continúan siendo seres vivos que
crecen, se desarrollan y cumplen un ciclo vital, algo muy diferente a otros
elementos que forman parte de la silueta en las ciudades como pudieran ser una
farola o un semáforo.
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Ataque de hongos en la corteza de un Plátano de Sombra (Platanus x hispanica) en el lugar donde se realizó una poda |
Los arboles urbanos,
al contrario que sus congéneres que habitan los bosques, tienen que hacer
frente una serie de labores que no recibirían en el medio natural como son las
podas de desmochado en aquellos municipios donde se práctica, ataques de hongos
en las ramas que son podadas con la consecuente pudrición, rotura y caída de
las mismas y el riesgo que supone para las personas y medios materiales, una
mala elección de lugar para su plantación que origine un espacio excesivamente
reducido para el volumen que ocupará la copa en el futuro afectando a fachadas
y ventanas o alcorques de tamaño muy reducido e inapropiados para el desarrollo
de las raíces que provoca la búsqueda de agua de forma superficial y el
levantamiento del pavimento. Éstas son
algunas de las causas/efectos de los llamados deservicios del arbolado urbano. Si bien es cierto que existen
estos inconvenientes, también es verdad que los arboles contribuyen a mejorar
muchos más aspectos medioambientales y sociales en la ciudad que los estropicios
que producen. No en vano, captan el CO2 atmosférico que los combustibles fósiles
de nuestros vehículos liberan a la atmósfera, absorben gran parte de la radiación
solar paliando los efectos de la isla de
calor, reducen del efecto invernadero,
realizan funciones de termorregulación urbana,…. Pero es curioso que sí, las
ramas del arbolado en las ciudades se parten, caen y pueden causar graves daños
humanos y materiales y, aunque esto no sea habitual, ni tan siquiera ocasional,
muchos medios de comunicación parece que es lo único en lo que parecen percatarse.
No quiero que se me mal interprete ni parecer insensible, este tipo de sucesos
me parecen muy desagradables y, en la medida de las posibilidades, se pueden
incluso reducir aún más con actuaciones como hacer una valoración técnica de
árboles ancianos susceptibles de quebrarse, creando una base de datos de daños
posibles del arbolado urbano, acostumbrarnos
a ver arboles con una copa más espesa para no tener que realizar podas severas
o eligiendo la especie arbórea adecuada en función del tamaño de alcorque,
anchura del acerado y distancia al edificio más cercano. Tampoco nos engañemos
porque el riesgo cero no existe, pero tampoco me parece apropiado hablar del
arbolado urbano como si se tratase del enemigo público número uno. Me parece
muy injusto que aparezcan titulares en los medios haciendo referencia a que los árboles de ésta o tal Alcaldesa se han caído
y han ocasionado daños (lamentabilísimos) a personas, haciendo un malintencionado
gesto por involucrar al partido del gobierno municipal de turno en un hecho
accidental y generando una mala imagen de los árboles cuando en realidad ni
votan, ni deciden, como mucho siguen su propia naturaleza. Y aún así, pagan los
platos rotos de quienes los colocamos en los lugares concretos que ocupan,
porque cuando el miedo institucional en relación a los arboles se propaga, se
afilan las hachas para apear a todo ejemplar mínimamente sospechoso de caer o
tirar alguna de sus ramas, lo merezca o no. De esta forma, a través del miedo, calles
enteras quedan desprovistas de la sombra de sus árboles, dejando a su paso solo asfalto con restos de ramas partidas
que, finalmente, los operarios de limpieza retiran eliminado toda constancia de
que en esa calle anónima una vez hubo una población de árboles.
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Lluvia de Oro (Koelreuteria paniculata) partida por la mitad de su tronco |
Roble Australiano (Grevillea robusta) con los restos de
romas caídas por acción de la climatología aún en la acera
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