Tengo que reconocer
que nunca me ha llegado a fascinar del todo El
Principito por dos motivos, por un lado porque a pesar de ser un libro
catalogado como infantil el fondo es de una profunda complejidad y, por otro
lado, porque se encuentra imbuido de una melancolía crónica e infinita. Quizás
todo esto pueda ser una precepción muy personal y no deseo centrar el debate en
esta cuestión pues, no obstante, El
Principito es uno de mis libros más recurrente y, dejando algo de espacio
entre ambos, le tengo aprecio. Es más, mi hijo con tan solo siete años lo ha
estado viendo en mi mesa de estudio estos días que he estado escribiendo este
post, un libro con las hojas amarilleadas ya, con las propias ilustraciones de Antonie de Saint-Exupéry, y se siente
siempre atraído a ojearlo.
Entonces le hice entender al principito que
los baobabs no son arbustos, sino árboles tan altos como iglesias y que aunque
llevase a toda una manada de elefantes, no acabaría ni con un solo baobab.
Esto de la manada de elefantes le hizo mucha
gracias al Principito.
-Tendrían que ponerlos unos encima de los
otros.
Y luego añadió muy juiciosamente:
-Los baobabs, antes de crecer, son
pequeñitos.
Antonie de Saint-Exupéry
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El Principito manteniendo su pequeño planeta Ilustración de Antonie de Saint-Exupéry |
El Principito es probablemente el primer libro que he leído
y aborda, aunque solo sea de pasada, la práctica de la jardinería. No solo por
la relación que tienen El Principito
y la Rosa en su diminuto planeta, también por menciones a jardines, flores, las
espinas y su “guerra” con corderos y,
por supuesto, por los baobabs (Adansonia
spp.). Esta especie es considerada por el protagonista como peligrosa,
porque al crecer sus raíces pueden destruir el planetita. Se habla de semillas,
de hierbas buenas y malas que invisibles dormitan en secreto en la tierra hasta
que un buen día se le ocurre a una de ellas despertarse. El Principito cuenta cómo ha de levantarse temprano y, una vez que
se lava y se arregla, se dedica al mantenimiento de su planeta, arrancando las
plantas que son perniciosas. Es curioso
lo relativo que puede parecer el hecho de que una planta sea “mala” o “buena”,
en función del efecto que pueda tener en el entorno en el que crecen o la
afectividad que tengan para las personas que las cultivan. Aunque esta
curiosidad que ocurre en El Principito
se puede traspasar perfectamente al mundo real, el libro no deja de ser una
ficción. Los baobabs, en cambio, son muy reales.
Existen varias especies del género Adansonia distribuidas geográficamente en diversas
partes del mundo. Adansonia gigitata es
el baobab más conocido, y crece en las zonas semiáridas de África continental. El Principito probablemente se refiere a
esta especie en el libro. También son conocidos A. grandidieri que es oriundo de Madagascar y A. gregorii que es un endemismo de Australia. Yo creo que la imagen
del baobab la tenemos todos incrustada en nuestra mente. No es difícil que si
alguna vez hemos visto uno, aunque sea desde una fotografía en internet, haya
pasado desapercibido. El tronco del baobab, con forma de botella y lleno de nudos,
pueda alcanzar las 30 metros de altura y su diámetro puede llegar a superar las
15 metros. Su copa, estratificada en ramas que crecen en paralelo al suelo y acabadas
en pinceladas verdes, me recuerdan a los bonsáis pero en dimensiones
descomunales. Como si una mano de experta hubiera conducido al baobab hasta
alcanzar ese porte tan peculiar y reconocible. Hoy en día, muchos grandes
árboles se encuentran amenazados. Entre ellos el baobab, que según un estudio
del investigador David Lindenmayer de
la Universidad Nacional de Australia, las frecuentes sequías y otros fenómenos meteorológicos,
están afectando tan gravemente su hábitat que el retroceso de la superficie que
ocupa la especie es cada vez mayor. Grandes árboles que debido al cambio
climático y, sobre todo, al calentamiento global, en el futuro es probable que
no lleguen a hacerse GRANDES. Puede que en el diminuto planeta de El principito esto sea un triunfo, pero
en nuestra Tierra, este es un problema grave que necesita de medidas que eviten
la caída de los grandes árboles como el baobab.
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Los baobabs de El Principito Ilustración de Antonie de Saint-Exupéry |
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