No quiero que mi devoción
por Bécquer pueda resultar en exceso empalagosa, arcaica, ¿manida?, si también,
pero no encuentro mejor formar de comenzar este artículo que de la pluma del
malogrado poeta, pues juntar golondrinas, patos, el Parque de María Luisa y un
paseo por el campo me lleva a una única y posible dirección. Las golondrinas
están de vuelta y no serán las únicas en volver.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Gustavo Adolfo Bécquer
![]() |
Kiosco/Cenador del estanque del Parque de María Luisa |
Desde
hace tiempo he notado la presencia de golondrinas cuando se acerca la primavera.
Las he visto revoloteando los nidos de la estación de trenes y también la
semana pasada durante un paseo por un camino rural con mi hijo. Elevaban el
vuelo con ramitas en el pico, volando entre matorral y matorral de unas tierras
en barbecho. Las golondrinas se encuentran incrustadas en un recuerdo de mi
niñez, de cuando caminaba en dirección al colegio y las veía revolotear por el
alfeizar de las ventanas del edificio. Al principio no noté su ausencia cuando
con los años las dejé de ver. Pero debía ser un recuerdo entrañable, porque me
hice mayor y las golondrinas habían desaparecido. Ya no había primavera con
golondrinas, ni golondrinas en primavera. Un buen día, de repente me percaté de
la ausencia de algo cotidiano, natural, casi como si faltase el aire al
respirar durante un breve periodo de tiempo. Pero debió ser una ilusión o
despiste o depredadores o el cambio climático u otras aves nuevas como las cotorras kramer que ocuparon su nicho ecológico y las expulsaron. Las golondrinas han
vuelto al igual que mis recuerdos. No son las únicas aves que vuelven después de
emigrar. Esta misma mañana, mientras llevaba a mi hijo al colegio, nos encontrábamos
por la avenida que da al Jardín de las Delicias a un lado y El Parque de María
Luisa al otro lado, y una bandada de patos surcó el cielo en dirección al
frondoso Parque. No me preguntéis por identificación avícola, pues no es mi
especialidad. En este asunto en cuestión, me contento con maravillarme de las
peculiaridades que posee la naturaleza. Imagino que los patos se dirigían a la
isleta que hay en el Kiosco/Cenador del estanque del Parque de María Luisa. El
caso es que vuelven, como las golondrinas. Muy cerca de allí, rodeando al mayor
Ciprés Calvo (Taxodium distichum) que
he visto en mi vida, se encuentra la estatua que rinde homenaje al Poeta que
inmortalizó a las oscuras golondrinas, a las madreselvas floreciendo aún más
hermosas en tu jardín y al regreso anual de la primavera que vuelve junto al
amor de juventud… que en mi caso se marchó y sí que no regresará jamás.
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Gracias por perder unos minutos de tu tiempo
leyendo este post.
Me ha encantado tu entrada. mis felicitaciones. Un saludo
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