Si, por tradición. Aunque
también influyen otros factores como lo económico, la facilidad para el
mantenimiento, criterios técnicos basados en plagas o enfermedades e, incluso,
por ir a lo cómodo; pero básicamente, la poda por desmoche se hace por tradición,
porque existe la falsa aceptación popular de que dejar tres simples ramas a un
árbol de ciudad es “arreglar” el arbolado,
a pesar de que la mayoría de profesionales de la jardinería se muestran manifiestamente contrarios a esta práctica.
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Tipuana con poda de
desmoche
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De todas estas motivaciones para realizar un desmoche,
solo me convence la del criterio técnico a la hora de realizar una poda tan
drástica. Cuando gran parte de la parte área del árbol se encuentra afectado
por una plaga o enfermedad, es necesario realizar una medida contundente para garantizar
que no se produzca la propagación al resto de árboles cercanos. Todo lo demás…
¿Tan difícil es cambiar el concepto de árbol “aseadito”? Es más ¿De verdad puede parecer bonito un tronco que se
asemeja a un poste para telefonía? ¿Es posible iniciar una pequeña revolución
que libere a los arboles de ciudad de esta poda? Un árbol que ha sufrido un
desmoche, que tradicionalmente consiste en una reducción de todo el follaje
dejando crecer únicamente tres ramas en vertical año tras año, puede seguir
malviviendo en esas condiciones durante un tiempo siempre que la propia
genética de la especie arbórea lo permita. Claro que la estructura que
alcanzará, no tendrá nada que ver con el aspecto que hubiera tenido con un
crecimiento natural. Si el árbol tiene suerte y el desmoche solo se produce una
vez al inicio o por curar una enfermedad, es posible realizar una poda de restauración, pues cabe la
posibilidad de restituir una forma parecida a la que tendría de haber sido un
árbol en crecimiento libre. Sin embargo, este es el mejor de los casos. En
otras muchas ocasiones, antes de restaurar un árbol, hay que considerar
seriamente la posibilidad de apearlo y cambiarlo por otro. Nada garantiza que
el árbol recupere su gracia natural, que no exista la probabilidad de que el
árbol tenga que ser desmochado de nuevo o que la pudrición haya alcanzado una extensión
tal del árbol que suponga un riesgo para la seguridad de los ciudadanos.
Entiendo que existan podas motivadas, basadas en criterios
técnicos, siguiendo el camino trazado por los planes de actuación sobre el
arbolado urbano y que no dudo de que se realizan con suma profesionalidad. Poseer
un plan, una hoja de ruta, es básico y nos evita hacer prejuicios a la hora de
explicarnos las razones que llevan a los profesionales municipales a realizar
una poda drástica o, en último extremo, el apeo definitivo de un árbol. Después
de todo, la caída de ramas y troncos de árboles se han sucedido desde que
existe el arbolado de viario. Es verdad que ha sido especialmente acentuada en
los últimos años debido a una serie de factores que inciden directa y
negativamente en la vegetación de las zonas verdes, como cuestiones asociadas
al cambio climático, episodios de alta contaminación y de elevados niveles de
ozono en verano; cuestiones relacionadas con las especies arbóreas presentes en
la ciudad, factores relacionados con la intensidad de uso, con la existencia de
numerosos árboles prematuramente envejecidos y coetáneos entre sí. Los planes
de actuación de arbolado están justificados y son necesarios, como también es necesario
cambiar el concepto, la tradición, la forma de pensar del vecino o vecina. Un árbol con tres tristes ramas es feo.
Además existen alternativas amigables, como
la poda de terciado, que consiste en rebajar la copa del árbol un tercio de su volumen,
con la que se alcanza un aspecto estético aceptable y no supone un excesivo
menoscabo en la salud y, por consiguiente, de la vida del árbol.
Una revolución
comienza con una nota discordante en una canción. Esa misma que a base de
escucharla constantemente nos parece que está bien simplemente porque siempre
la hemos escuchado de una determinada manera, pero en nuestro interior sabemos
que hay algo que desafina. De alguna forma somos conscientes que existe un
acorde que está mal y distorsiona la armonía de la melodía. Es posible modificar
ese acorde, hacer lo apropiado y empezar
a tocar de nuevo, como en aquellas canciones que hablaban de revolución en los
años sesenta, pero esta vez sonando como nunca antes lo había hecho. El cambio
es posible.
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Excelente entrada, y una gran reivindicación. Si no pueden hablar los arboles al menos dejemosle escuchar. Un saludo
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