A pesar de que uno
trata de tomarse las vacaciones como lo que tienen que ser, un período para
desconectar, descansar, viajar y conocer lugares nuevos, realizar gestiones que
durante el año habitualmente no tienes tiempo, reflexionar,…, lo cierto es que
por desagracia (o por suerte), al final siempre me acaba atrayendo una flor, un
árbol curioso, un patio con espesa vegetación o me acerco a visitar algún
espacio verde. Lo cierto es que al final, donde quiera que mire, siempre imagino
una historia para contar, siempre veo jardines.
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Jardines del Palacio de Orleans y Borbón |
A estas alturas de
agosto llevo más de un mes sin ponerme a escribir absolutamente nada para el blog.
Dejando de un lado las redes sociales a
las que si he estado prestando algo de atención, en especial instagram donde he publicado numerosas fotografías
con el hashtag #jardindeverano, y éstas
las he unido a facebook y twitter, no he estado muy productivo con
los que nutrir Jardines Que Me Gustan de
nuevos artículos. Por un lado, porque soy un animal (en todos los sentidos) de
costumbres y me cuesta mucho no escribir delante de mi ordenador, con mi
teclado y mis páginas de Word perfectamente maquetadas para pasar después a la
web o blog que lo requiera. Por otro lado, porque a mediados de julio perdí la
mitad de mi juicio, en concreto el que me conferían el par de muelas que se
encontraban alojadas en el lado derecho de mi mandíbula desde que tenía la edad
suficiente para comenzar a ser un hombrecito ¿sensato? y maduro. Un asunto que
llevaba coleando desde hace ya diez años y que, finalmente, en un arranque de
valor he decido acometer sin más dilación…. No es que fuese una operación quirúrgica
muy compleja, ni dolorosa, pero si algo molesta y desagradable a ratos las tres
semanas entre operación, cuidados, antibióticos, ibuprofeno, quitar puntos y más
cuidados. Como la verdad es que no me apetecía mucho ponerme delante del
ordenador, pues ya de por si estaban siendo unas vacaciones lo suficientemente incomodas,
el tiempo que tenía he preferido estar junto a mi familia e ir a la playa, que
para eso me gusta el mar como a un bacalao. No obstante, una cosa es la apatía
de mis dedos para teclear en un ordenador y otra muy diferente es mi insurgente
imaginación. Aunque no escribiera, mi cabeza siempre ha estado en plena
ebullición en estos días de teórica desconexión y no he podido evitar ir
estableciendo una especie de diario mental de todo lo verde que me llamaba la
atención y que fuera constituyendo un artículo digno de ser escrito.
Ahora estoy aquí de
nuevo, frente al ordenador, con MIS páginas de Word como me gusta, contando una
alocada historia de vacaciones, apatía, muelas de menos, bacalaos, mi mente
febril imaginando un mundo verde y… ¿qué ocurre con los jardines? Pues me voy a
meter de lleno en uno para ir iniciando temporada jardinera y que he visitado
estas vacaciones. Ya escribí en una ocasión sobre los Jardines del Palacio de Orleans y Borbón, actual ubicación del Ayuntamiento
de Sanlúcar de Barrameda en Cádiz. Solo con echar un vistazo a las imágines, es
fácil entender que realizar escapadas a dicho lugar cuando se tiene la
oportunidad no es ninguna locura. Los jardines en esencia conservan algo de los
inicios de los Jardines del Palacio de San Telmo y, con algo más de visión
paisajista, conservan la idea que inspiró el Parque de María Luisa en Sevilla.
Claro está, que tanto el palacio gaditano como el palacio sevillano pertenecían
a los mismos propietarios, los Montpensier, y parece acertado afirmar que fue Lecolant, un paisajista francés, el que
concibió ambos espacios verdes como un lugar dotado de caminos serpenteantes, pérgolas
floridas, cenadores, túneles de verdor y mucha vegetación que ocultase
convenientemente algunos rincones y diera rienda suelta al estilo romántico de
diseño que se imponía en aquella época. Con todo, fue el tiempo y las modas los
encargados de ir distanciando a estos jardines sureños, porque tengo muy claro que
los inmensos Dragos que hay en el
jardín de Sanlúcar no los hay en Sevilla. Dragos que son la resulta del jardín
botánico de aclimatación que hubo en la localidad gaditana. Los jardines
singuen más o menos igual desde que el Palacio se convirtiera en Ayuntamiento y
fueran restaurados, excepto por lo que parece el inicio de un… ¡jardín japonés!
Así es, tras la fuente barroca, perfectamente rectangular, adornadas con
numerosos tiestos (así llamamos a macetas o contenedores de plantas en mi
tierra), había una explanada de albero que ha sido delimitada con una valla de
bambú y en las que hay unos pórticos de madera de estilo oriental. En el suelo
se ha extendido grava de color blanco (dudo que se pase el rastrillo como en los
jardines zen) y hay un sendero de piedras por la que asoma la hierba. Habrá que
seguir la evolución de este jardín japonés por si llegara a ser algo más
ambicioso. Para ir finalizado, decir que la dirección del jardín es Cuesta de Belén, 1, 11540 Sanlúcar de
Barrameda (Cádiz). El ascenso es dificultoso porque es por una cuesta con
escaleras, difícil para subir con cochecitos de niños por ejemplo. La entrada
es libre en horario de 8:00 a 13:30 de lunes a viernes. Son muy estrictos con
la hora de cierre del jardín, así que aconsejo ir con tiempo para visitarlo
(mínimo un par de horas para recorrerlo entero). Yo me quedé encerrado y hubo
que sufrir un poco para encontrar a alguien que abriera el candado de la verja.
Al final escapé y aquí me tenéis un mes después de dejar de escribir, entero y…
bueno, entero no, que me faltan dos muelas.
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Jardines japonés |
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