13 de septiembre de 2017

La eterna variabilidad vegetal

Seguro que igual que a mí, en alguna ocasión has notado algo ligeramente distinto en una planta que conoces de toda la vida. Una disminución en el tamaño de las hojas, una variación en la coloración de flores u hojas, un árbol que no alcanza en la edad adulta la estructura que cabría esperar por su especie,…. Este fenómeno es muy frecuente durante las vacaciones, cuando realizas un viaje y observas la planta ubicada en una región diferente.

El ambiente condiciona el desarrollo de las especies vegetales
El ambiente condiciona el desarrollo de las especies vegetales
Lejos de lo que pudiera parecer, las plantas (como también ocurre con los animales), se encuentran muy influenciadas por las condiciones de suelo y climatológicas del lugar donde son cultivadas. En biología se describe como fenotipo el aspecto exterior que tiene un determinado ser vivo y que posee un genoma concreto. Entre especies, el genoma (genotipo) no varía mucho, pero por la acción del entorno en el que se encuentra puede variar, unas veces en detalles minúsculos, otras veces en claras obviedades. Un ejemplo práctico de cómo el ambiente puede causar variaciones notables en el genotipo manifestándose en el fenotipo y del que me percaté cuando trabajaba en Córdoba, fue que cada vez que visitaba la ciudad califal, me llamaba poderosamente la atención que los arboles que veía fueran de menor envergadura que las mismas especies arbóreas que en Sevilla, la ciudad donde vivo. El misterio se resolvió cuando me contaron que al tener menos caudal el rio Guadalquivir en Córdoba, existía menos humedad y ese detalle era suficiente para hacer que variaran el porte levemente de una ciudad a la otra.

Por todas estas razones, cuando se consultan los abundantes libros y webs de fichas botánicas, siempre hay que leer con mucha cautela, siendo conscientes de que los datos recogidos en estas fuentes de información son medias de cifras tomadas en muchos lugares distintos. En definitiva, que los datos de tipo de hoja, altura, color de flor, floración o fructificación que nos indican en libros y webs son ciertos, pero solo son los más habituales. En Sevilla se da la circunstancia que arbustos como hibiscos o buganvillas se encuentran casi en permanente floración. Los rosales en función de las veces que se poden, también llegan a formar nuevas rosas en épocas inusuales. Todo ello, tan sólo porque tenemos un microclima muy concreto, con un verano atroz, una primavera muy calurosa, un otoño ídem, un invierno suave unido a unas escasas lluvias pero que cuando cae lo hace de forma torrencial, y provoca un ambiente que condiciona el futuro de las plantas a lo largo de su ciclo vital en nuestros parques y jardines.

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