Desde muy pequeño me he sentido fascinado por todos los acontecimientos
que ocurrían en cualquier arriate o maceta que poseían mi madre y mi abuela.
Cualquier simple suceso, mi imaginación lo transformaba rápidamente de
insignificante hecho a improbable fantasía. Y no era raro verme jugando con mis
muñecos de acción, que en numerosas
ocasiones debían escapar de las redes de una peligrosa araña y en otras
ocasiones reconducían la frenética actividad de las hormigas. Aquello me
permitió desarrollar una percepción especial sobre el hecho de que al margen de
nuestras ajetreadas vidas, existe un
jardín de lo diminuto frágil y ajeno por completo al ser humano.
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Larva de Helicoverpa armigera devorando una cápsula de algodón. |
Quizás debido a esto, mi primera inclinación laboral cuando acaba mis
estudios universitarios fue el de la entomología y la sanidad vegetal. Durante
los últimos nueve meses de carrera, estuve como alumno interno del Departamento
de Ciencias Agroforestales realizando un proyecto de investigación sobre la Heliotis
(Helicoverpa armigera), una plaga muy
dañina de algunos cultivos agrícolas como algodón o tomate, y que a la postre se convirtió en mi proyecto
final de carrera en el que, por cierto, obtuve sobresaliente.
La cría de Heliotis en laboratorio tiene su metodología que sigue, como
no, el método científico. Pero para no extenderme mucho en esto, diré
brevemente que mi labor consistía en preparar una rica y nutritiva papilla que
era de lo que se alimentaban las larvas, criarlas en placas Petri y cuando formaban la crisálida, sexarlas
con una lupa para juntar una proporción determinada de hembras y machos. Así
conseguíamos tener muchas generaciones en un solo año y probar la eficacia de
productos plaguicidas. También criaba otros bichos, como la Crisopa, un
depredador natural de insectos entre los que se encuentran las Heliotis.
Bueno, ahora que ha pasado el tiempo y el “delito” habrá prescrito, puedo contar que utilizaba recursos de la
universidad para organizar luchas entre bichos e invitaba a mis amigos a
contemplarlos a vista de la lupa. Había varios tipos de batallas, Heliotis
contra Heliotis, Crisopas contra una, dos o tres Heliotis,… etc.
También quiero añadir, que no he
conocido un ser vivo que me haya parecido más despreciable que una Heliotis.
Ya definió Twine en 1971, que la Heliotis
era carnívora, pero durante aquellos meses descubrí comportamientos que iban
mucho más allá. La Heliotis no solo es capaz de comerse a sus congéneres, es
violenta por naturaleza, siempre intentará devorar a los más pequeños o débiles
aprovechando su mayor envergadura. Cuando se enfrentaba a la Crisopa, aunque
ésta posee estrategias y armas de depredación letales, con las Heliotis no
podía permitirse un solo error porque se invertían rápidamente los papeles y
podía acabar convertida en el cazador cazado. Y el comportamiento más increíble
y repulsivo de los que contemplé fueron los casos de algunas Heliotis que
llegaron a devorarse a sí mismas. En ninguna bibliografía de las que utilicé
para el proyecto encontré descritos casos parecidos, así que la única
conclusión a la que llegué es que criadas de manera artificial, la Heliotis tiene
comportamientos antinaturales.
En cambio, hay otros muchos bichos que sí que me gustan y no solo porque
sean beneficiosos para la agricultura, los jardines y el medio natural. Ya sean
porque contribuyen a la vida en la tierra: las abejas cuando realizan la
polinización, los depredadores y parasitoides naturales que contribuyen a
preservar la salud de las plantas o, como las hormigas, que aunque a muchas
personas les molestan encontrárselas en la cocina, la realidad es son bichos
que van a lo suyo. Viven y (suelen) dejar vivir. Me maravilla muchos de estos insectos la capacidad que han desarrollado
para crear comunidades tan organizadas y complejas. Como se relacionan y se
especializan en sus labores, las jerarquías que establecen, como influyen en
otros insectos, plantas o animales para realizar colaboraciones productivas
para ambos,….
También hay plagas que de tanto seguirlas y observarlas, no es que haya
llegado a apreciarlas, pero sí que les tengo una cierta admiración a pesar de
ser rivales terribles para los cultivos y los jardines. Eso me pasa con la
Polilla (Prays oleae) y la Mosca (Bactrocera oleae) del Olivo o la Mosca
de la Fruta (Ceratitis capitata).
Incluyo en este grupo al Ácaro Rojo (Tetranychus
urticae), que no son insectos como mucha gente piensa pues los arácnidos
pertenecen a otro grupo de artrópodos. No ha habido tarde que no haya vuelto a
casa y enseguida haya tenido que meter la ropa en la lavadora y ducharme y, a
pesar de todos los medios por evitarlo, no haya continuado con la sensación de
picor infundado y obsesivo después de realizar ensayos con Ácaros Rojos.
Todos estos entre otros muchos más, son mis “enemigos íntimos” y por la profesión que elegí, seguiremos encontrándonos
en una lucha que nunca acabará. Aunque los bichos, buenos, malos y despreciables,
seguirán permaneciendo ajenos al que los observa y estudia con curiosidad,
fascinado con sus quehaceres vitales, de cómo han hecho pequeños ecosistemas
formados únicamente por una planta en una maceta, cuatro aromáticas en un
balcón o el árbol que asoma por mi ventana. Un ecosistema en el que han creado
un extraordinario jardín de lo diminuto.
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Una crisopa comiéndose una larva de H. armigera. |
Cría de adultos de Heliotis |
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Un dibujo que realicé del dimorfismo sexual presente en las crisálidas de Heliotis |
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Un “hotel para insectos” |
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