12 de febrero de 2018

El jardín de lo diminuto

Desde muy pequeño me he sentido fascinado por todos los acontecimientos que ocurrían en cualquier arriate o maceta que poseían mi madre y mi abuela. Cualquier simple suceso, mi imaginación lo transformaba rápidamente de insignificante hecho a improbable fantasía. Y no era raro verme jugando con mis muñecos de acción, que en numerosas ocasiones debían escapar de las redes de una peligrosa araña y en otras ocasiones reconducían la frenética actividad de las hormigas. Aquello me permitió desarrollar una percepción especial sobre el hecho de que al margen de nuestras ajetreadas vidas, existe un jardín de lo diminuto frágil y ajeno por completo al ser humano.

Larva de Helicoverpa armigera devorando una cápsula de algodón.

Quizás debido a esto, mi primera inclinación laboral cuando acaba mis estudios universitarios fue el de la entomología y la sanidad vegetal. Durante los últimos nueve meses de carrera, estuve como alumno interno del Departamento de Ciencias Agroforestales realizando un proyecto de investigación sobre la Heliotis (Helicoverpa armigera), una plaga muy dañina de algunos cultivos agrícolas como algodón o tomate, y que a la postre se convirtió en mi proyecto final de carrera en el que, por cierto, obtuve sobresaliente.

La cría de Heliotis en laboratorio tiene su metodología que sigue, como no, el método científico. Pero para no extenderme mucho en esto, diré brevemente que mi labor consistía en preparar una rica y nutritiva papilla que era de lo que se alimentaban las larvas, criarlas en placas Petri y cuando formaban la crisálida, sexarlas con una lupa para juntar una proporción determinada de hembras y machos. Así conseguíamos tener muchas generaciones en un solo año y probar la eficacia de productos plaguicidas. También criaba otros bichos, como la Crisopa, un depredador natural de insectos entre los que se encuentran las Heliotis.

Bueno, ahora que ha pasado el tiempo y el “delito” habrá prescrito, puedo contar que utilizaba recursos de la universidad para organizar luchas entre bichos e invitaba a mis amigos a contemplarlos a vista de la lupa. Había varios tipos de batallas, Heliotis contra Heliotis, Crisopas contra una, dos o tres Heliotis,… etc.

También quiero añadir, que no he conocido un ser vivo que me haya parecido más despreciable que una Heliotis. Ya definió Twine en 1971, que la Heliotis era carnívora, pero durante aquellos meses descubrí comportamientos que iban mucho más allá. La Heliotis no solo es capaz de comerse a sus congéneres, es violenta por naturaleza, siempre intentará devorar a los más pequeños o débiles aprovechando su mayor envergadura. Cuando se enfrentaba a la Crisopa, aunque ésta posee estrategias y armas de depredación letales, con las Heliotis no podía permitirse un solo error porque se invertían rápidamente los papeles y podía acabar convertida en el cazador cazado. Y el comportamiento más increíble y repulsivo de los que contemplé fueron los casos de algunas Heliotis que llegaron a devorarse a sí mismas. En ninguna bibliografía de las que utilicé para el proyecto encontré descritos casos parecidos, así que la única conclusión a la que llegué es que criadas de manera artificial, la Heliotis tiene comportamientos antinaturales.

En cambio, hay otros muchos bichos que sí que me gustan y no solo porque sean beneficiosos para la agricultura, los jardines y el medio natural. Ya sean porque contribuyen a la vida en la tierra: las abejas cuando realizan la polinización, los depredadores y parasitoides naturales que contribuyen a preservar la salud de las plantas o, como las hormigas, que aunque a muchas personas les molestan encontrárselas en la cocina, la realidad es son bichos que van a lo suyo. Viven y (suelen) dejar vivir. Me maravilla muchos de estos insectos la capacidad que han desarrollado para crear comunidades tan organizadas y complejas. Como se relacionan y se especializan en sus labores, las jerarquías que establecen, como influyen en otros insectos, plantas o animales para realizar colaboraciones productivas para ambos,….

También hay plagas que de tanto seguirlas y observarlas, no es que haya llegado a apreciarlas, pero sí que les tengo una cierta admiración a pesar de ser rivales terribles para los cultivos y los jardines. Eso me pasa con la Polilla (Prays oleae) y la Mosca (Bactrocera oleae) del Olivo o la Mosca de la Fruta (Ceratitis capitata). Incluyo en este grupo al Ácaro Rojo (Tetranychus urticae), que no son insectos como mucha gente piensa pues los arácnidos pertenecen a otro grupo de artrópodos. No ha habido tarde que no haya vuelto a casa y enseguida haya tenido que meter la ropa en la lavadora y ducharme y, a pesar de todos los medios por evitarlo, no haya continuado con la sensación de picor infundado y obsesivo después de realizar ensayos con Ácaros Rojos.

Todos estos entre otros muchos más, son mis “enemigos íntimos” y por la profesión que elegí, seguiremos encontrándonos en una lucha que nunca acabará. Aunque los bichos, buenos, malos y despreciables, seguirán permaneciendo ajenos al que los observa y estudia con curiosidad, fascinado con sus quehaceres vitales, de cómo han hecho pequeños ecosistemas formados únicamente por una planta en una maceta, cuatro aromáticas en un balcón o el árbol que asoma por mi ventana. Un ecosistema en el que han creado un extraordinario jardín de lo diminuto. 

Una crisopa comiéndose una larva de H. armigera
Cría de adultos de Heliotis
Un dibujo que realicé del dimorfismo sexual presente en las crisálidas de Heliotis
Un “hotel para insectos
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