Hay plantas que te marcan de una forma más profunda que otras. Es cierto
eso de que el roce hace el cariño, así que no es de extrañar que tenga cierta
predilección por la Cyca revoluta,
una palmera pequeña que durante más de cinco años me dio la bienvenida a la
entrada de mi oficina. En realidad eran dos, una a cada lado de la puerta. Dos
guardianes silenciosos que se erguían orgullosos y eran testigos mudos del
devenir de mi jornada laboral.
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Roseta de hojas de Cyca revoluta
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También he proyectado jardines en los que he colocado ejemplares de cica
para su posterior plantación. Normalmente eran jardines de un diseño exótico o
tropical, y es que a pesar de que la cica proviene del sur de Japón, se ha
adaptado maravillosamente bien en toda la costa mediterránea. Es en esta zona
donde crece, se desarrolla e, incluso, vegeta hasta convertirse en una palmera
de 6 metros de altura y con varios pies emergiendo desde su base. Pero si
llegáis a observar una cica de este tamaño, significa que estáis viendo un
ejemplar muy anciano pues necesita entre 75 y 100 años para alcanzar su máxima
altura.
Las cicas o Sotetsu, como las
llaman en Japón, presentan la característica botánica de poseer hojas que
crecen formando una roseta o disposición helicoidal en el tronco. De ahí el
nombre de la especie, revoluta, pues
las hojas se desarrollan en función de una velocidad angular que completan una
serie de giros. Las hojas, que presentan una suerte de estípulas apretadas,
angostas y rígidas, van dejando su origen adherido al tronco una vez que se
secan y se vuelven leñosas, contribuyendo a la formación del tronco en su crecimiento.
Es posible cultivar cicas en lugares más fríos, pero tiene que ser en
interior para poder proporcionar la temperatura necesaria y crear así su
hábitat ideal. En este caso, se pueden cultivar en contenedores o macetas sin problemas.
Sí habrá que tener en cuenta que al adquirir una planta joven, habrá que ir
cambiando de contenedor a uno mayor a medida que vaya creciendo. Al ser una
planta dioica, encontraremos en espacios verdes ejemplares masculinos que
desarrollan un cono de polen o ejemplares femeninos con inflorescencias,
apareciendo ambos órganos reproductivos en el centro de la roseta formada por
las hojas.
Pero no todo es perfecto en lo que respecta a las cicas de jardín. El
inconveniente que tienen es la elevada toxicidad al ingerir alguna de sus
partes verdes. En especial, si os ocurre como a mí y tenéis animales domésticos
en casa, hay que extremar la precaución pues la encuentran apetitosa.
No obstante, que no os ciegue el miedo y no dejéis de disfrutar del
valor ornamental de la Cyca revoluta.
Es cultivada en muchos parques y jardines, embelleciéndolos. Siendo
espacialmente atractiva en las playas paradisiacas de la prefectura japonesa de
Okinawa, de la que es oriunda, y donde
su silueta se impone para dejar paso a la majestuosidad del Océano Pacífico.
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Cicas en la playa de la prefectura de
Okinawa
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Dos cicas de jardín
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Fuente imágenes: Pixabay
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