12 de julio de 2018

El nombre científico, el proyecto de jardín y una flor para el verano

Desde los inicios de la botánica, los nombres que se les daba a las plantas han sido muy variados en función del lugar donde se cultivase. Una misma especie vegetal podía llamarse de forma distinta en un país o en otro, e incluso, dentro de la misma región poseer a su vez varias nomenclaturas. Tuvo que venir el naturalista y científico sueco Carlos Linneo para establecer una ordenación igual en cualquier lugar del mundo. De esta forma nació la nomenclatura latina de todos los seres vivos del planeta. 

Margarita africana o Dimorphotheca ecklonis o Osteospermum ecklonis

Margarita africana o Dimorphotheca ecklonis Osteospermum ecklonis


Pero también en ocasiones son los propios científicos los que no se ponen de acuerdo para establecer los nombres en latín de muchas especies y se dan casos de entradas y salidas de géneros, familias o grupos de manera mucho más frecuente de la que nos podamos imaginar. En mi caso, hay algunas plantas que las aprendí con un nombre y cuando he ido a trabajar con ellas ya poseían otro.

El nombre científico es de suma importancia en el diseño de jardines, pues al establecer los nombres de las plantas en los planos o en el presupuesto del proyecto, debemos asegurarnos que la persona o personas encargadas de la ejecución de la obra sean capaces de identificar la especie vegetal que vamos a plantar en el jardín sin que existan malentendidos. La forma correcta de escribir el nombre científico de una planta en un proyecto de jardinería es nombrar de inicio el género con la primera letra en mayúsculas seguido de la especie y ambos en cursiva. En muchas ocasiones también se incluye la variedad con el diminutivo “var.” para diferenciar. Un ejemplo de nombre de planta de cómo debe estar escrito en el proyecto de jardinería podría ser la Adelfa enana o Nerium oleander var. nana.

Pero volviendo a los cambios de nomenclatura, hay una planta que me cuesta una barbaridad desprenderme del nombre con el cual aprendí a reconocerla. De hecho, estoy escribiendo este artículo y aún no tengo claro que nombre debo utilizar porque hasta los propios catálogos de plantas de los viveros te envían a través de sus páginas ordenadas alfabéticamente de una nomenclatura a la otra. 

La planta en cuestión es la margarita africana, que la aprendí como Dimorphotheca ecklonis pero que también es conocida como Osteospermum ecklonis. En fin, a veces los humanos queremos simplificar las cosas ordenando y clasificando de todo, pero obtenemos como resultado todo lo contrario.

Ajena a los desajustes que provocamos, la margarita africana es una planta que enorme valor ornamental para el jardín y eso sí que no cambia. Se trata de una hierba cubridora y perenne que no alcanza mucha altura. Sin embargo, posee una flor llamativa de diversos colores compuesta por una gran cabeza floral que pueden llegar a medir desde el extremo de un pétalo al siguiente unos 8 centímetros.

Originaria de Suráfrica, es muy frecuente encontrarla en parterres de jardines y parques públicos por la espectacularidad y abundante floración que comienza en primavera. Es una planta que necesita crecer en un lugar soleado, un riego moderado aunque es resistente a la sequía y podas de conservación tras la floración. Una flor que es todo un acierto para embellecer un jardín en esta época del año. 

Margarita africana o Dimorphotheca ecklonis o Osteospermum ecklonis
Margarita africana o Dimorphotheca ecklonis o Osteospermum ecklonis

Margarita africana o Dimorphotheca ecklonis o Osteospermum ecklonis
Margarita africana o Dimorphotheca ecklonis o Osteospermum ecklonis
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