Siempre he sido un fiel defensor de respetar la estructura de los
árboles y para ello solo basta con ser previsor, planificando con anterioridad
a la plantación la especie adecuada al espacio y la climatología en la que va a
crecer el árbol. Debemos tener en cuenta permanentemente que un árbol es un ser
vivo, nunca será como el mobiliario de un parque (bancos, papeleras, farolas,…),
pues se desarrollará formando una arquitectura única y singular.
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Jacarandas con podas en la copa
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A pesar de que ningún árbol será igual, nos empeñamos en catalogarlo
todo y agrupar las cosas o los seres que nos parecen que poseen una característica
similar. La arquitectura de los árboles
no escapa a esta agrupación y, por supuesto, hemos catalogado una serie de
formas en las copas que suele ser más o menos similar en las diferentes
especies arbóreas que encontramos en alcorques, jardines y parques.
La más conocida e intuitiva, pues es la primera que dibujamos desde
niños cuando representamos un árbol, es la copa redonda. Después tenemos la forma columnar, que se asemeja a un cilindro y es la que poseen los
cipreses. Otra forma muy recurrente a la hora de dibujar un árbol es la forma piramidal, que es la que hacemos cuando
queremos dibujar un “pino” aunque en
realidad se asemeja mucho más a los abetos. Y también está la forma caída o llorona, que es la típica del
sauce o de la falsa pimienta. El resto de formas son mixes o extremos de éstas,
como por ejemplo la piramidal estricta
que es una forma piramidal con la parte área muy comprimida y es típica de
algunas variedades de álamo blanco.
Lamentablemente, cuando vamos a podar algunos árboles, esta situación
ideal de arquitectura de árboles naturales, no es la que encontramos. Son
árboles viejos, que han sufrido numerosas podas severas, que se encuentran
plantados en lugares inadecuados y al crecer han quedado demasiado juntos unos
de otros o sin suficiente espacio por una construcción que les impide su
desarrollo natural. En estos casos, las ramas crecen sin criterio fijo, los
troncos quedan retorcidos en formas imposibles y la atura de cruz del árbol prácticamente
se encuentra casi en el suelo.
No obstante, estos árboles necesitan un mantenimiento y, aunque
complicado, se puede realizar si somos capaces de observar con paciencia el
árbol, detectando las necesidades que tiene para establecer lo que más le conviene.
La poda de éstos árboles requiere un autentico ejercicio de arquitectura arbórea.
Los primero sería eliminar los chupones
y ramas demasiado bajas que impidan el paso. Después hay que podar las ramas
enfermas y que se estorban para que puedan crecer aquellas más robustas y
sanas.
Seguidamente se eliminaran las ramas que han alcanzado las de las otras
especies o las construcciones próximas. Por último, se airea el interior de la
copa del árbol, eliminando algo de vegetación para que pase el aire y no se produzcan
podredumbres.
La arquitectura de los árboles es muy importante como hemos podido comprobar.
Una actividad jardinera complicada, pero que nos ayuda a mitigar los errores
cometidos en el pasado a la hora de elegir una espacie arbórea para un lugar
determinado.
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Gracias por perder unos minutos de tu tiempo
leyendo este post.
Desde que vi el tema, sabia que seria muy interesante. Antes cuando mi tio construia algunos fraccionamientos, siempre me decia que el acomodo de los arboles era parte de la arquitectura del lugar... y es cierto!
ResponderEliminarSaludos!
Me alegro que te parezca interesante y gracias por compartir la anécdota de tu tío, estos comentarios enriquecen el blog.
EliminarRecibe un cordial saludo.