Hace unos días puede realizar una escapada lúdica a Grazalema, la
localidad gaditana ubicada en la Sierra Parque Natural que lleva el mismo
nombre. Estas visitas a la Sierra es una de las pocas oportunidades que tengo
para poder contemplar el inicio del otoño de las plantas, que por la
climatología de Sevilla es mucho más complicado observar. Al menos, no se ven
los cambios cromáticos típicos de las hojas en esta época con la misma
intensidad que los árboles que se encuentran en la Sierra.
 |
Grazalema (Cádiz) |
También es verdad que ha sido un año
atípico y, aunque muchas hojas medio amarillas, medio verdes de la Melias azedarach ya cubren el suelo de
los parques y plazas de Sevilla, el otoño viene con retraso. Julio fue un mes
frío, más bien primaveral para lo que suele ser el verano. Éste último, como
estación, se sintió en Agosto y se prolongó en Septiembre, así que Octubre ha
sido más parecido en lo climatológico al mes que le precede. A todos estos
cambios anómalos son muy sensibles las plantas y es fácil reconocer que andan
un pelín despistadas en lo que a la estación climática se encuentran. Retraso
en la caída de las hojas, no alcanzar la pigmentación propia de la época,
presencia de actividad vegetativa cuando debería comenzar la latencia,..., son
algunos síntomas que se aprecian en las plantas en este otoño anómalo.
En Grazalema, por ejemplo, vi las hojas de la Parra Virgen (Parthenocissus quinquefolia) muy verdes
para lo que esperaba encontrar. Pero bueno, eso no significa que las mini rutas
por senderos que hice, no estuvieran a rebosar de vegetación. Lo que no tengo
tan claro es que esas plantas fueran todo lo natural que cabe esperar. El
problema de pasar tanto tiempo entre plantas, hace que al final un día de
asueto en un paisaje natural se convierta en motivo de reflexiones acerca del
concepto “jardín”.
Las dos rutas que hice fueron, por un lado, el descenso por los restos
de una calzada medieval y, por otro lado, el ascenso hasta las ruinas de la
Ermita del Calvario. Cuando iba recorriendo estos caminos, aparte de hacer
fotografías de todo como si no hubiera un mañana, me dio por pensar que en
realidad lo que estaba viendo no era más que la reducción al mínimo del
concepto “jardín”. Me refiero a la
zona aledaña al pueblo de Grazalema y algunos elementos de sus calles, no al
Parque Natural de la Sierra de Grazalema.
Un jardín, como definición, es un espacio
verde en el que la intervención humana está en mayor o menor medida presente. Desde el jardín barroco, donde se dan
formas geométricas y figuras vegetales imposibles de encontrar en la
naturaleza, así como, una distribución de los espacios formal, hasta el jardín
paisajístico, donde el volumen de la superficie es cambiante y las plantas se
integran con el paisaje natural. En ambos extremos, existe una mano jardinera
que dirige el conjunto de la agrupación vegetal, decide su lugar en el mismo,
lo conserva y vela porque se mantenga en perfecto estado ornamental.
Por este motivo, si andamos por una calzada medieval que lleva siglos en
ese lugar, aunque exista una vegetación espontanea creciendo, ese espacio ya
recibe un impacto por un elemento no natural que influye en el entorno en el
que se encuentra. Es más, incluso la parte de esta vegetación había sido podada
para dejar vía libre al sendero. Otro ejemplo, las ruinas de la Ermita se
encontraban cubiertas de trepadoras. Es el concepto “jardín” reducido al mínimo. Una vegetación que crece y está
influenciada por la presencia del ser humano.
El efecto contrario también se daba en el pueblo, pues había una
influencia de la Sierra algunos elementos de jardinería que encontrabas en las
calles. Existía la jardinería típica de patio andaluz, con entradas cubiertas
de macetas con las plantas que podemos encontrar en cualquier hogar de la
región. Geranios, Begonias, Crassula, Dondiego de noche o Jazmín, se entremezclaban
con una forma curiosa de contenedor, trozos de ramas usados como macetas de
variada vegetación colgaban de las ventanas. Una forma de integrar la
naturaleza circundante en la propia anatomía del pueblo.
En fin, todo esto no son más que reflexiones de una retorcida mente
jardinera. Probablemente habrá quién esté de acuerdo conmigo y quién discrepe
totalmente en lo que a la reducción al mínimo del concepto “jardín” se refiere, así que reservo las críticas para
entablar un diálogo en el apartado comentarios de este artículo.
 |
La Sierra y restos de ruinas |
 |
Ermita del Calvario |
 |
Vegetación natural |
 |
Parra Virgen (Parthenocissus quinquefolia) |
 |
Abeto (Abies
alba) |
 |
Entrada a una casa |
 |
Geranio (Pelargonium
zonale) |
 |
Dondiego de noche (Mirabilis jalapa) |
 |
Un jazmín a la entrada de una casa |
 |
“Macetas”
colgadas en la ventana |
 |
Calzada medieval |
Sígueme en:
También te puede interesar:
Gracias por perder unos
minutos de tu tiempo leyendo este post.
Me parece bueno el concepto que expones aquí.
ResponderEliminar¡Gracias! Yo en ocasiones creo que divago demasiado XD
Eliminar¡Hola José Luis! ¿Entonces podríamos afirmar que existen jardines involuntarios aceptados?
ResponderEliminarConsidero que el concepto de jardín es mucho más amplio de lo que pensamos y habría que establecer un límite a lo que entendemos como espacio verde donde queden incluidas las hierbas espontáneas en un alcorque, por ejemplo. Debemos ampliar el concepto de "jardín bonito". Aceptar que un espacio que no sea formal y geométrico no tiene que ser necesariamente un jardín descuidado. Gracias por el comentario. Un saludo.
Eliminar