28 de septiembre de 2022

El código vegetal

 

Las plantas se relacionan con otras plantas y seres vivos con un lenguaje en código aún por descubrir. La falta de dinamismo de las plantas hace pensar lo contrario, pero sí que existe comunicación vegetal aunque no seamos capaces de descifrarlo a simple vista.

Comunidad vegetal encabezada por Echinops ritro

Comunidad vegetal encabezada por Echinops ritro 

Imagen de Linda Van De Volder en flickr

Según la RAE, una de las aceptaciones de la palabra código es que se entiende como un sistema de signos y reglas que permite formular y comprender mensajes secretos.

Por otro lado, la Pirámide de Maslow es una teoría sobre la conducta humana que establece que en cada tramo de dicha pirámide debemos tener cubiertas una serie de necesidades para ascender de nivel.

Esta teoría la podemos extrapolar, al menos en parte, a las plantas. Y es que, como seres vivos que son, también necesitan tener cubiertas ciertas necesidades que perpetúe su supervivencia.

Sanguisorba officinalis conviviendo con otras plantas y el entorno

Sanguisorba officinalis conviviendo con otras plantas y el entorno 

Imagen de Natural England en flickr

Respirar, alimentarse, seguridad,…, son algunas de las necesidades que se encuentran en la base de la particular pirámide de necesidades de las plantas.

Objetivos vitales más fáciles de conseguir en conjunto como una población de individuos que se relacionan entre ellos y con el entorno. Y claro, toda vida social conlleva establecer un código o lenguaje que permita la comunicación.

Conjunto de plantas

Conjunto de plantas 

Imagen de Mark en flickr

En este sentido, el botánico italiano Stefano Mancuso lleva defendiendo durante las dos últimas décadas la capacidad que poseen las plantas para enfrentarse y resolver problemas simples a modo de una rudimentaria inteligencia vegetal.

Aunque de entrada las teorías del distinguido profesor de la Universidad de Florencia fue puesta en duda por una parte de la comunidad científica, lo cierto es que investigaciones posteriores demostraron cierta veracidad en lo que a inteligencia y comunicación vegetal se refiere.

Achillea millefolium interactuando con Pyrausta ostrinalis

Achillea millefolium interactuando con Pyrausta ostrinalis 

Imagen de Hedera Baltica en flickr

Para explicar esto, Mancuso utiliza el caso de Phaseolus lunatus un tipo de haba que cuando es atacada por araña roja (Tetranychus urticae) es capaz de “llamar” a su depredador natural, Phytoseiulus persimilis, liberando un complejo de moléculas al aire.

Flor de Phaseolus lunatus

Flor de Phaseolus lunatus 

Imagen de HQ en flickr

¿Cómo es posible la comunicación vegetal? Es necesario que existan emisores y receptores de señales entre plantas y, como éstas no poseen cerebro y neuronas pero sí poseen vida social, debe existir algo similar a los órganos sensoriales de los animales en las plantas.

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Mancuso señala que el sistema vascular y de circulación interna de las plantas, que está compuesto de diversos órganos vegetales y que incluyen los órganos reproductivos, funcionan excepcionalmente como emisores y receptores.

Siguiendo estas pautas es como en 2012 Mancuso y sus colaboradores descubrieron que los receptores de las plantas hacen que las raíces sean sensibles al sonido y la dirección de éste.

Población de araña roja (Tetranychus urticae)

Población de araña roja (Tetranychus urticae

Imagen de Aleksey Gnilenkov en flickr

Los jeroglíficos egipcios pasaron siglos en la oscuridad hasta que fue descubierta la Piedra de Roseta y pudo utilizarse para descifrar el código de uno de los lenguajes más importantes de la antigüedad.

Con la comunicación vegetal ocurre igual. Que no podamos entenderla no quiere decir que no exista, solo que debemos aprender a descifrar el código vegetal y apartar el velo tras el que se oculta.

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2 comentarios:

  1. si lo pensamos friamente un ser vivo que no tiene un "cerebro" como nosotros, y que esta anclado al suelo sea capaz de desarrollar las estrategias de supervivencia que han ideado es fascinante

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    1. Cuanto menos es curioso y bien merece ser objeto de estudio.
      Un fuerte abrazo, Mario.

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