Ahora que estoy
pasando unos días de prolongado asueto en el pueblo que llevo veraneando desde
que nací, al cual me siento muy unido, tanto, que hasta estoy ligado al mismo
por lazos familiares pues mi cuñado es de aquí, me he fijado lo mucho que ha
cambiado el trazado urbano desde que era un niño. En realidad, no puedo decir
que pasase desapercibido, pero la fuerza de la costumbre muchas veces hace que
obvies lo que ocurre a tu alrededor hasta que desaparece del enfoque más
curioso. Fue en este pueblo que linda con el Océano Atlántico donde aprendí a
montar en bicicleta, en una época en la que para atravesar un cruce tenias que
hacerlo de oído. Aquel riesgo acabó en gran parte cuando con el paso de los
años fueron apareciendo como setas en otoño un amplio número de rotondas.
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Rotonda faunística en la que un romero da de beber a un burro |
Desconozco quién fue
el iluminado que decidió llenar mi pueblo de rotondas, lo que si sé es que
éstas, como los niños, vienen de París y
datan de principios del siglo XX, cuando el tráfico rodado en la capital
francesa empezó a ser tan numeroso que hubo que buscar una solución para que
vehículos, carruajes y animales de carga pudiesen salvar los cruces de calles
sin riesgo de colisión por falta de visión y para evitar los problemas de
saturación porque la intersección alcanzaba el límite de su capacidad. El
urbanista y arquitecto francés Eugène
Hénard (1849-1923), considerado ideólogo de la rotonda de viario, propuso que
las diferentes intersecciones que provocan puntos de conflicto entre
trayectorias se solucionase suprimiéndolos o reduciéndolos al máximo. En sus
estudios y proyectos, demuestra que los vehículos pueden evitar los puntos de
conflicto obligándolos a rodear el obstáculo, realizando maniobras de entrada y
salida en fila y girando todos en un mismo sentido.
El despegue y puesta
en práctica de rotondas para aliviar los problemas de saturación del tráfico
fue despacio pero sin pausa a lo largo del siglo XX, a medida que las ciudades
crecían y se iban solucionando los problemas que surgían por el tamaño que
debía tener la circunferencia, el número de vías que se incorporan a la rotonda
y por la configuración inicial de las ciudades que impedían en muchos casos la
eliminación de los edificios adyacentes. En España, como para otras muchas
innovaciones, las rotondas no llegaron al tráfico hasta 1976 inaugurándose la
primera en la localidad mallorquina de Palmanova, pero desde ese momento
empezaron a proliferar creando espacios muy diversos, sobre todo en lo que
ajardinamiento y ornamentación se refiere.
La prioridad de una
rotonda siempre ha sido la de regular el tráfico, pero incluso en los primeros planos de E. Hénard ya se atisba
la aparición de zonas verdes. Inversamente proporcional a otros casos, en
las rotondas existe desde el inicio la oportunidad de ajardinar estos espacios,
constituyendo en la actualidad auténticos jardines e, incluso, parques con juegos
de niños en el interior, que contribuyen a la proliferación de la infraestructura verde de las
ciudades, un nuevo concepto en el urbanismo que viene a suponer un paso más en
el predecesor corredor verde que suponía la unión entre naturaleza y urbe por
medio de las vías que atraviesan a esta última. El desarrollo desproporcionado
del las ciudades y el crecimiento de la población ha creado una serie de
beneficios y oportunidades en relación con el empleo y la diversidad cultural,
pero también son puntos de concentración de incohesión social y contaminación.
La infraestructura verde se resume en la estrategia para paliar estos efectos
negativos haciendo especial énfasis en
la planificación del territorio y, es aquí, donde las rotondas de las grandes
urbes contribuyen a la proliferación de espacios verdes que estimulan la salud
física y mental de los ciudadanos.
En el caso de las
rotondas existe de todo. Yo lo he podido comprobar en mi pueblo y también en
Sevilla, pero seguro que todos tenemos ejemplos para todos los gustos. Desde la
simple glorieta con una Yucca aloifolia,
a grandes extensiones de césped, con montes, pinos, casuarinas y plátanos de
sombra. También están esos desvaríos de
ensalzamiento municipal que han quedado retratados como inverosímiles
monumentos y ornamentos entre la vegetación de la rotonda. Los más simples han
sido las rocas naturales, piedras de molino, estatuas faunística representativa
del municipio, una fuente central, etc., pero de estos elementos sencillos han
ido desarrollándose hacia otros muchos más complejos llegando en algunos casos
a ser realmente faraónicos. Si antes hablaba de las piedras de molinos, hay
rotondas que contienen el molino entero, barcos, tanques, aviones, estatuas que
emulan dioses griegos de tamaño colosal o un enorme pilar con la Virgen del
Pueblo en lo alto dándote la bienvenida al lugar. Otro asunto que preocupa a
los planificadores municipales es el tema de los materiales empleados que abarcan desde artefactos de diversa índole
al que se le da una nueva vida utilizando como argumento el reciclaje, hasta
diseños minimalistas fabricados con acero corten…, los materiales dan para
escribir un artículo exclusivo solo para ellos.
Con esto tampoco
quiero decir que esté bien o menos bien,
tan solo clasificar de alguna manera los tipos de ornamentos que podemos llegar
a encontrar en una rotonda. Después de todo, lo verdaderamente importante para
mí, es que estas rotondas suponen una zona más en las ciudades motivo de
ajardinamiento, un espacio que contribuye a ampliar esa infraestructura verde
tan necesaria para la salud de los ciudadanos y la propia ciudad. Yo por mi
parte, seguiré montando en bicicleta pero en este caso con la seguridad que me
proporciona no tener que depender del oído para realizar un cruce.
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Rotonda con profusa vegetación
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