Este fin de semana lo
empleé en podar los arriates en profundidad para dejarlos preparados para una
larga temporada, la que abarca desde el otoño hasta la próxima primavera, en la
que no van a recibir prácticamente ningún mantenimiento, exceptuando las puntuales
veces en que pueda regresar a la playa. Rosales, Galán y Dama de noche,
Romeros, Geranios,… todos han recibido la visita de mi tijera de podar que ha
disminuido considerablemente el volumen que ocupaban.
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Mantis religiosa |
No soy ningún sádico Eduardo Manostijeras que disfrute
dejando casi pelados todas las plantas que con sus flores han estado alegrando
un varano que ya casi se fue. Mi motivo es práctico. Tras pasar casi todo el
verano arrancado toda hierba espontánea que surgía, lo primero que hice es dar
una cava a todo el sustrato para descompactar la superficie facilitando la
posterior entrada de aire y agua de forma homogénea en todo el suelo. Después
aporté una dosis de abono de triple acción (Nitrógeno, Fosforo y Potasio) a
cada planta para que gane en vigor frente a los meses que tienen por delante.
Por último, realicé la poda severa para que cuando regrese la próxima vez no me
encuentre con la más frondosa y salvaje vegetación. Es verdad que durante el
invierno las plantas entran en parada vegetativa pero, a pesar de esta
circunstancia, la producción de biomasa es siempre considerable. Lo ideal para
no llegar a esta situación sería regresar a cuidar los arriates con mayor
asiduidad y realizar un mantenimiento menor pero con más frecuencia.
Así pues, mientras me
concentraba en mi labor, tratando de eliminar prioritariamente aquellas ramas
que se estorban, secas o enfermas, y los restos de verde vegetal se acumulaban
a mis pies, lo que me pareció una hoja que se movía con rapidez se colocó en el
borde del arriate. Se trataba de una Mantis
religiosa, también conocida como Santa
Teresa, uno de los insectos más mitificados de cuantos habitan un jardín.
A las Mantis les
precede una mala fama, producto de ciertas costumbres que posee tras el
apareamiento en que la hembra devora al macho, dicen que para conseguir la
energía necesaria para la puesta de huevos. Es cierto que la Mantis religiosa es un animal agresivo,
un depredador veloz, que permanece al acecho inmóvil, con las patas delanteras
juntas, como si estuviera rezando, a la espera que una de sus “victimas” se
acerque para acertar un rápido golpe y devorarla mientras aún permanece viva.
Pero esto que es atroz para otros insectos, para nuestro jardín es un
beneficio, pues la Mantis elimina gran cantidad de insectos que son
perjudiciales para las plantas.
A mí personalmente es
un insecto que siempre me ha fascinado. Tal vez sea por esa leyenda de
depredadora cruel y despiadada, por ese movimiento tan majestuoso que realiza al
atrapar a sus presas, perfecto, impecable. Belleza
en movimiento que incluso ha inspirado la creación de un arte marcial basada
en esa forma de mantener en suspensión las patas delanteras y la capacidad de
observación tan desarrollada que posee.
Si a otros inspiró
para crear una forma de luchar, yo me sentí inspirado para sacar el móvil y
sacar algunas fotografías antes de que desapareciera con un relámpago verde
entre la vegetación. Recordad que donde podéis enviar fotos de todo lo relacionado con el jardín, incluido insectos como la Mantis religiosa, y después quedarán publicadas en las cuentas de redes sociales del blog.
¡Espero vuestras fotos!
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