Siempre he comentado la importancia que tiene hacer plantaciones de
especies vegetales autóctonas para un jardín. La elección de las plantas te
garantizará en buena medida la viabilidad ecológica del jardín, así como, un
valor ornamental que difícilmente se alcanzará con especies inadaptadas que
malvivan de cualquier modo si es que finalmente no llegan a marchitar.
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Ceasalpinia
gilliesii es una arbusto de Argentina utilizado en
xerojardinería
|
Por suerte, el número de plantas que tenemos para diseñar un jardín es amplísimo
y siempre encontraremos opciones que nos permitan trabajar con comodidad.
Además, existe flexibilidad a la hora de realizar la plantación, pues no solo
de plantas autóctonas se abastece un jardín. Existe otro grupo de plantas que
puede vivir sin problemas en un jardín.
Éstas son las plantas
naturalizadas, aquellas que pueden vivir en una zona con unas características
edafológicas (suelo), ecológicas y climáticas igual de bien que lo haría una
planta autóctona. Sin sufrir porque sea una planta acidófila y el suelo donde crecen
sus raíces sea básico, o porque requiera unas necesidades hídricas elevadas y
donde habita existe una escasa pluviometría, o porque el frio invernal del
jardín sea excesivo para una planta de clima cálido.
¿Cómo consigue una planta naturalizarse a una
región concreta? Existen
dos vías para que una planta se adapte a unas condiciones medioambientales
concretas.
El camino rápido es que el origen de la planta que vamos a introducir se
ubique en una región de iguales condiciones medioambientales que el lugar donde
vamos a realizar la plantación. El
sistema Köppen, que describe los climas del mundo en función de su régimen de
temperaturas y las precipitaciones, describe seis tipos: macrotérmicos
(cálidos), secos (desértico, semidesértico y estepario), mesotérmicos
(templados), fríos (lugares de latitud alta con baja influencia del mar),
polares (localizados en los polos de la tierra) y, por último, clima de alta
montaña. Todos estos, a su vez, se subdividen en otros climas. Pues bien, las
plantas procedentes de una región climática de un lugar del mundo son
susceptibles de adaptarse a vivir en otra parte del mundo con igual clima. Esta
forma de naturalización de plantas tiene un peligro, la posibilidad de que la
especie vegetal introducida se convierta en invasora y provoque una
inestabilidad en el ecosistema que rodea al jardín. Por eso es importante
conocer las plantas y los jardineros debemos advertir de las posibles
consecuencias que tiene la implantación de algunas plantas en caso de no
realizar un mantenimiento adecuado.
El camino lento para que una planta llegue a naturalizarse, es más
complejo y requiere de una infraestructura logística y de una inversión
económica. Se trata de provocar la aclimatación de las plantas, un trabajo que
en agricultura tradicionalmente lo han realizado los mejoradores vegetales. Antiguamente, la genética consistía en seleccionar
aquellas plantas que mejor se adaptaban a las condiciones medioambientales,
eran más resistentes a plagas y enfermedades y eran más productivas. Estos eran
los ancestros de muchas de las plantas que cultivamos hoy en día, ya sea en el
huerto o en el jardín, y se fueron cruzando entre ellos para conseguir siempre
los descendientes más aptos.
Plantas procedentes del mismo clima y la selección, unida a una red de
jardines de aclimatación donde iban trasladándose generaciones de plantas hasta
llegar a la región de destino, es lo que ha hecho posible que encontremos una
gran variedad de plantas naturalizadas en los jardines que cultivamos hoy en
día.
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Euphorbia
milii
cuyo origen es Madagascar se cultiva en zonas verdes del sur de la Península
Ibérica
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