Un día simplemente
apareció allí. O tal vez yo no me fije hasta entonces. No lo recuerdo. En la
pared de una casetilla de alta tensión estaba el grafiti que anunciaba que nos
encontrábamos en primavera. Por aquel entonces yo acaba de conseguir el carnet
de conducir y me manejaba con un viejo cuatro
latas amarillo heredado de mi hermana. Como era un conductor novel, incluso
estuve a punto de salir carril y empotrar contra alguno de los olivos
centenarios que habían plantado en la mediana de la carretera a la salida de la
Universidad Pablo de Olavide, comúnmente llamada la antigua laboral.
Debió ser hace más de
diez años. Yo aún me encontraba estudiando la carrera de Ingeniero Técnico
Agrícola y, entre las hormonas típicas de mi juventud y que durante las dos
primeras semanas de la primavera siempre ando medio embobado, no sé si por la
subida de temperatura, la luz de los días más largos, el polen del ambiente, la
alergia o simplemente la primavera que la sangre altera… aquel grafiti, su
mensaje, siempre lo tengo presente cuando llega marzo: Hola vida
El caso es que en la
actualidad, cada vez que va a dar comienzo la primavera me viene el recuerdo de
este grafiti. Aún se conserva. Imagino que a los rectores de la universidad les
debió agradar tanto como a mí. Un grafiti,
un mensaje y un poema…
Si sientes una ilusión y la riegas con tu
amor y el agua de la constancia brotará en ti una flor y su aroma y su calor te
arroparan cuando algo vaya mal…
La vida es un jardín donde lo bueno y lo malo
se confunden y es humano no siempre saber elegir…
Como digo, aun se
conserva y, aunque con el paso de los años el brillo de la pintura ha perdido
intensidad, no ha menoscabado para nada la fuerza de su mensaje, ni la
genialidad de la pintura. Hola vida.
Junto a estas simples palabras un gran ojo que en vez de pestañas tiene hojas, mira
expectante como se inicia el ciclo de la vida. Ojo que atiende maravillado al
vuelo de una mariposa, el paso de una mariquita o un lecho de flores.
Alegoría de que a
veces nos mantenemos ajenos a los cambios que nos rodean. Los obviamos porque
estamos acostumbrados a fenómenos que son diminutos pero que están repletos de grandeza.
Una llamada de atención de que los detalles más simples están llenos de
complejidad. Un grito, Hola vida,
para que no nos mantengamos ajenos a los cambios que la primavera nos regala.
Un mensaje directo
para que en esta ocasión sepamos sentir; disfrutemos de la primavera y sus
fenómenos naturales. Para que salgamos a disfrutar parques, jardines, paisajes…
y no nos mantengamos al margen de lo natural. Que sepamos observar. No obviar
el vuelo de las aves, la hermosura de los almendros en flor o la luz de la
puesta de sol tras el mar.
No vale decir “vivo en
una gran ciudad” o “no tengo tiempo”. Digamos mejor Hola vida porque todo vale: el árbol de la calle, un parque, un
jardín, una terraza o un balcón. Qué gran oportunidad para romper con la
tiranía de ciudades con vistas únicamente a través de un plano arquitectónico.
Devolvamos al verde urbano un lugar de relevancia dentro del entorno urbano
cultural.
![]() |
Plano urbano de París |
Si cogiésemos el plano
de cualquier ciudad del mundo, vemos que las ciudades presentan una huella. Como las huellas dactilares humanas,
características y únicas. Pero son planos fríos, sin vida. No hay ni rastro del
verde urbano, aunque es una tendencia que está cambiando. Cada vez hay más
concienciación de la necesidad de crear corredores verdes. Naturación urbana
que conecte lo natural de nuestras ciudades, no solo por sostenibilidad, sino
por necesidad. Necesitamos vivir en entornos urbanos naturalizados.
Naturaleza y
artificio. Dos conceptos que no tienen porque encontrarse afrentados en las
ciudades. Sobre todo porque la naturaleza avanza. Desde la periferia, donde tal
vez encontramos campos de cultivo o solares degradados. Da igual, es medio
natural que se impone desde el extrarradio pasando por las calles con arbolado
urbano, balcones en flor, grandes parques o pequeños jardines que se encuentran
cada vez mejor comunicados. El manido tema del corredor verde que forma un nexo
a modo de arteria natural al que los ciudadanos no debemos enfrentarnos, pues
de este medio natural provenimos y, lo queramos o no, formamos parte de
él.
Abandonemos esos
planos de ciudades tan fríos, pues hasta la más humilde de las plantas en
maceta colocada en un rincón de la ventana contribuye al corredor verde de la vida. Gracias al regalo
desinteresado de un artista grafitero, voy a escribir sobre la primavera. Sobre
el dulce aroma de azahar una tarde soleada de domingo. Ni un triste párrafo le
concederé a la vieja mortaja con cara de canina. Este post va sobre la
primavera. Sobre la vida. Escribiré sobre la vida. Una primavera más gritare: HOLA VIDA
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